La imaginación en la investigación natural de Francis Bacon

Por: Juan José Betancur

Al revisar los escritos metodológicos de Francis Bacon, algunas afirmaciones parecen condenar el uso de la imaginación mientras que otras muestran que sus acciones representan el punto de partida para el descubrimiento científico; sin embargo, es posible mostrar que la posición de Bacon no es ambivalente y que el papel desempeñado por la imaginación en la obtención de conocimiento de la naturaleza es fundamental. El problema de la investigación natural no surge en la medida en que la imaginación hace parte del problema cognitivo, sino que está determinado por el deterioro que presenta la mente humana en conjunto.

Para Bacon, la mente utiliza diferentes facultades para manipular las imágenes que obtiene por medio de los sentidos. Estas imágenes provienen de percepciones particulares; es decir, de cada encuentro entre nuestros sentidos y un objeto perceptible. Dada dicha interacción sentidos-objeto la imagen obtenida ingresa a la mente y allí puede: de un lado, revisar o reenumerar las imágenes; relacionar estas imágenes de diversas maneras; analizar y clasificar dichas imágenes descomponiéndolas o abstrayéndolas a partir del uso de la razón (Bacon, 1900, Vol. VIII: 408). La construcción de relaciones y analogías pertenece a la imaginación y dicha elaboración se realiza de tal manera que estas no están determinadas por su adecuación a las percepciones. Para Bacon la investigación de la naturaleza implica una construcción indirecta del conocimiento; es decir, el hombre no puede obtener conocimiento verdadero de la naturaleza de manera directa –no percibe y emite juicios que representan conocimiento natural verdadero-, sino que debe apoyarse en aquello que ya conoce –el conjunto de imágenes obtenidas por los sentidos- para establecer relaciones apropiadas que le permitan obtener conocimiento nuevo a partir de la manipulación del que ya posee. Para Bacon, el proceso de descubrimiento en la investigación natural partía de la posibilidad de percibir el objeto estudiado, pero los sentidos tienen un límite en sus posibilidades de obtener las imágenes de los objetos y este se encuentra por debajo del nivel de complejidad de la naturaleza (Bacon, 2003: 34). Las observaciones del hombre son insuficientes y no le permiten extraer juicios verdaderos acerca de la naturaleza de manera inmediata. En el Valerius Terminus Bacon había afirmado que la manera adecuada de arribar a la invención del conocimiento es la que trabaja por medio de la similitud (Bacon, 1900, Vol. VI: 29; Park, K., 1984: 294). El hecho de generar relaciones entre cosas similares, independiente de que tales relaciones sean ciertas o no, torna el papel de la imaginación imprescindible en la producción de nuevo conocimiento, pero también permite inferir el riesgo en su implementación pues los enlaces no están determinados, es decir, se puede construir todo tipo de relaciones con las imágenes disponibles en la mente.

La razón por la cual las analogías o similitudes son de gran importancia en la investigación de la naturaleza está estrechamente relacionada con la concepción de materia que posee Bacon. Para él, a la totalidad del mundo subyace una cierta materia prima -esta materia es de dos tipos: la materia propiamente dicha que subyace a todos los cuerpos y la neumática que posee características inmateriales y se encuentra tras los fenómenos más sutiles- que de acuerdo con ciertas maneras de interacción desemboca en la variedad de imágenes que obtiene el hombre. El conocimiento de la manera en que actúa la materia es el objetivo último de la investigación natural cuyo resultado se ve representado en las formas o leyes de acción (Bacon, 2003: 102). El término forma puede entenderse de dos maneras: La primera representa una forma de actuar de la materia que se refleja en una naturaleza simple perceptible por el hombre, la segunda consiste en el modo en que el hombre debe manipular la materia para reproducir dicha naturaleza (Bacon, 2003: 103.). Bacon establece una unidad en la naturaleza, pues a la totalidad del mundo subyace la misma materia y a las mismas percepciones deben subyacer los mismos movimientos de esta (Bacon, 2003: 128). La falta de certeza que rodea a estas relaciones va por cuenta de dos factores: el primero es que la percepción de los sentidos es limitada e incierta; el segundo, que el entendimiento del hombre es víctima de ciertas patologías que modifican el curso normal de sus procesos de razonamiento y le impiden realizar adecuadamente su trabajo. Por esto las analogías deben someterse a un proceso de exclusión y abstracción que permita determinar cuáles son aparentes y cuales tienen una existencia real.

El valor que Bacon asigna a las similitudes presentes en la naturaleza no se agota en el Valerius Terminus, sino que a lo largo del Novum Organum -que representa la expresión final de sus directrices para la interpretación de la naturaleza- se puede observar como la analogía es el punto central para el inicio de la investigación (Bacon, 2003: 57). El problema no es la analogía, sino la adecuación de esta con la rigurosa observación de la naturaleza que se ofrece en los tres tipos de historia natural. En el momento de la caída el deterioro de las capacidades mentales del hombre afecta sus capacidades cognoscitivas en conjunto; es decir, no solo la imaginación resulta afectada, sino que la totalidad de las facultades mentales sufren una deformación y son bloqueadas por los ídolos. Los ídolos no representan un problema exclusivo de los actos referentes a la imaginación, sino que puede verse la manera en que Bacon habla de un impedimento en el libre ejercicio de la mente en conjunto. La razón, por ejemplo, puede realizar una excesiva abstracción del conocimiento que desemboque en un conocimiento fantástico (Bacon, 2003: 45).

Todas las facultades de la mente están deterioradas y es tarea del hombre desarrollar un camino que guíe la aplicación las mismas y aleje el proceso cognitivo de los procesos anómalos que ha seguido a lo largo de la historia. Dicho camino es el del método propuesto en la Instauratio Magna. La preocupación constante por los efectos de la imaginación no es más que un hecho persuasivo acerca de su presencia en la investigación natural.

Bacon pensaba que a la imaginación no le correspondía ninguna ciencia; sin embargo, esto puede entenderse en la medida en que se considera la manera en que esta comparte su trabajo con el de las demás facultades. Si bien puede afirmarse que el inicio de la investigación natural se desarrolla a partir de la construcción de analogías, de igual forma debe reconocerse que el proceso es guiado en último término por una serie de abstracciones que permiten generalizar el objeto estudiado, en este caso: mostrar el movimiento de la materia que produce un determinado fenómeno perceptible.

La elaboración, por ejemplo, de los experimentos y las tablas de eliminación se apoyan en diferentes procesos que implementan analogía; sin embargo, una vez diseñadas las tablas de comparación el proceso se reduce a juicios eliminativos por parte de la razón, este último proceso no es analógico. A la imaginación no le pertenece ninguna ciencia porque en ninguna de ellas desempeña el papel principal o culminante. Tampoco en la poesía, pues a pesar de que esta genere relaciones que podrían, por citar un caso, hacer más claro un argumento por medio de imágenes es la razón la que juzga cuál de estas relaciones es la más apropiada para representar el objeto que se considera.

Bibliografía

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Bacon, F. (2003). The New Organon, L. Jardine; M. Silverthorne (eds., Trads.), Cambridge: Cambridge University Press.

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Park, P. (1984). Bacon’s «Enchanted Glass», Isis, vol. 75, No. 2 (Jun., 1984), pp. 290-302.

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