Realismo y relativismo en el análisis sociológico del conocimiento científico

Por Dubián Cañas Mora

Las críticas al Programa Fuerte de Edimburgo (SP) son innumerables. Sin embargo, todos los ataques se concentran en tres aspectos específicos: el relativismo, el realismo y la racionalidad de la ciencia. Por ejemplo, algunos acusan al SP de sostener un constructivismo social, de acuerdo con el cual la ciencia es una actividad que no guarda ninguna relación con la realidad en la medida en que el conocimiento del mundo natural sería el resultado exclusivo de interacciones entre científicos y, por tanto, la naturaleza es suprimida dentro del análisis sociológico del conocimiento. Sin embargo, en esta entrada me ocuparé de problematizar la aparente tensión que presenta la postura relativista del SP con una visión realista de la ciencia. Primero caracterizaré la posición relativista del SP y después mostraré en qué sentido dicho relativismo es conciliable con el realismo y en qué sentido no lo es, respondiendo así a la critica anterior.

El relativismo del SP

Una primera objeción contra el SP sostiene que éste no escapa de la tradicional refutación del relativismo. En efecto, si la sociología asume una postura relativista como consecuencia de su naturalismo, entonces se refuta a sí misma:

Si [el sociólogo] afirma que todo conocimiento, e incluso los criterios de validez, son determinados socialmente, entonces al considerar el valor de verdad de esta misma proposición se aprecia que llega al absurdo. Pues si el sociólogo acepta que la proposición es universalmente verdadera, entonces se contradice a sí misma. Por tanto, para ser coherente, debe admitir que la proposición no es universalmente verdadera. Pero esa proposición expresa el meollo de su teoría, luego su teoría no es verdadera. (Olivé 1994: 29)

En primer lugar, este argumento de la autorefutación es en realidad un pseudo-argumento que presenta al menos dos problemas. Cuando se dirige contra el relativismo en general, es una petición de principio: presupone como premisa la exigencia de verdades o criterios absolutos, algo que precisamente ha sido puesto en cuestión por quien asume la postura relativista. Cuando el argumento se dirige contra el relativismo metodológico del SP, parte de la afirmación según la cual el conocimiento condicionado socialmente es falso, o que la determinación social implica falsedad. Sin embargo, esta objeción sería válida sólo si se acepta la asimetría entre lo social y lo epistémico que el SP mismo rechaza. Es decir, sólo sería legitima si se concede la idea de que la ideología y el error tienen causas sociales mientras que la ciencia y la verdad no. En segundo lugar, el relativismo que asume el SP es, en principio, un relativismo metodológico o explicativo impuesto por el Postulado de Equivalencia (PE). De acuerdo con PE, que reúne los principios de simetría e imparcialidad en su primera formulación (Bloor 1976),

Todas las creencias están a la par en lo que respecta a las causas de su credibilidad. No es que todas las creencias sean igualmente verdaderas o falsas, sino que, independientemente de su verdad o falsedad, el hecho de su credibilidad debe verse como igualmente problemático. La postura que defenderemos es que todas las creencias, sin excepción, requieren de investigación empírica, y que debe darse cuenta de ellas, encontrando las causas locales y específicas de su credibilidad. Esto significa que, independientemente de si el sociólogo evalúa una creencia como verdadera o racional, o como falsa e irracional, debe buscar las causas de su credibilidad. (Barnes & Bloor 1997: 28)

Según esto, ningún cuerpo de conocimiento responde a unas características especiales que lo eximan de ser explicado en términos sociales. En efecto, si PE plantea que tanto las creencias verdaderas como las falsas son producidas por los mismos tipos de causa, entonces no hay creencias privilegiadas en cuanto a su credibilidad o con relación a su modo de explicación. En este sentido, la ciencia y el conocimiento científico son otra forma de la cultura susceptible de investigación empírica. Sin embargo, esto traslada el relativismo situado en un plano metodológico a un plano ontológico. Es decir, PE tiene inevitablemente implicaciones acerca de la naturaleza de la ciencia.

En metafísica, el relativismo es opuesto al absolutismo de modo que representan posturas mutuamente excluyentes (Bloor 2007). En términos formales, el relativismo sostiene que algo es relativo cuando existe o es conocido en relación con otra cosa. Esto significa que las cosas tienen una naturaleza relacional: se determinan a partir de aquello de lo cual dependen. Por el contrario, algo es absoluto cuando depende sólo de sí mismo y no está determinado por otra cosa distinta de sí. El absolutismo sostiene entonces que hay cosas que son lo que son gracias a su propia naturaleza y que se conocen con independencia de otras.

La orientación naturalista del SP conduce a adoptar una visión relativista de la ciencia. De hecho, el relativismo no es en últimas una tesis distinta del naturalismo, pues, para el relativista,

El conocimiento y la creencia, así como las acciones de quienes conocen y creen, deben estar fundamentados en el mundo natural y son en sí mismos cosas susceptibles de explicación científica. La causa y el efecto, la materialidad, los límites del espacio y el tiempo, la evolución biológica, el funcionamiento del cerebro, la interacción de los seres humanos en sociedad, sólo representan el marco del pensamiento, incluyendo nuestro pensamiento acerca de nosotros mismos, nuestro conocimiento y nuestra moralidad. Para el relativista, no puede haber nada trascendental sobre la historia de los logros o fracasos humanos. Ni el conocimiento ni la moralidad pueden ser sobrenaturales. Ambos son fenómenos naturales y todo intento por evadir este hecho es una caída en la superstición y el oscurantismo. (Bloor 2007: 252)

Desde el punto de vista relativista, la ciencia no responde a fundamentos trascendentales sino que, en la medida en que es un fenómeno natural, es una práctica que está social e históricamente situada. Esto significa que está constituida y condicionada en su estructura y contenido por factores biológicos, históricos, sociales y culturales presentes en su desarrollo. De ahí se sigue que ningún conocimiento o sistema ético puede ser privilegiado y definitivo, pues los dos están sujetos a la contingencia histórica y humana.

Para la sociología débil o del error, el conocimiento respondía a la naturaleza o a la razón pero no a la sociedad (Bloor 1999). Así, convertía a la ciencia en un discurso privilegiado en relación con otros. Dado que la realidad y la razón serían inmutables mientras que la sociedad es siempre cambiante, la ciencia quedaba exenta de las vicisitudes propias de la condición humana. Esta idea ha llevado a muchos críticos del SP a afirmar que, en tanto que el SP hace de la ciencia algo relativo a lo social, se pierda el fundamento que en el mundo natural tenía el conocimiento científico y, por tanto, que dicho conocimiento no pueda ser entendido en términos de un realismo.

Realismo y relativismo

Una segunda objeción contra el SP plantea que, si el conocimiento científico responde a causas sociales, queda desprovisto de toda objetividad ya que el conocimiento sería producido por factores única y exclusivamente sociales sin que la naturaleza o el mundo desempeñen ningún papel. Así, dado que las palabras no tienen ninguna relación con las cosas, las entidades que la ciencia postula serían lo mismo que una ilusión (Madrid 2011). Por ejemplo, Susan Haack señala como un aspecto deplorable del SP adoptar esta forma de constructivismo, el cual elimina cualquier rol que pueda tener la observación o la experiencia tanto en la construcción del conocimiento como en la elección de teorías:

Un equívoco se mueve de la observación verdadera de que la investigación científica es una empresa social a la ambigua conclusión de que el conocimiento científico es “socialmente construido”, a lo cual se le da entonces la falsa interpretación de que el conocimiento científico no es nada más que el resultado de procesos de negociación social. (Haack 1996: 107)

Para Haack, el conocimiento científico sería desde la perspectiva del sociólogo el resultado de las solas interacciones sociales entre los científicos y no el producto de “procesos de búsqueda, de test, y de determinar el peso de la evidencia” (Ibíd.). De hecho, Kuhn también llegó a manifestar que el SP viene siendo “un intento de deconstrucción fallida” que reduce los determinantes epistémicos de la ciencia a factores sociales como la autoridad y los intereses:

La forma más extrema del movimiento [sociológico], llamado por sus proponentes “el Programa Fuerte”, ha sido ampliamente entendida como la afirmación de que el poder y el interés son todo lo que hay. La naturaleza misma, sea lo que pueda ser, ha parecido no tener parte en el desarrollo de las creencias sobre ella. Hablar de la evidencia, de la racionalidad de las afirmaciones basadas en ella y de la verdad o probabilidad de esas afirmaciones, simplemente ha sido visto como la retórica detrás de la cual la parte victoriosa encubre su poder. Lo que pasa por conocimiento científico llega a ser, entonces, simplemente la creencia de los vencedores. (Kuhn 1992: 8-9)

Sin embargo, este señalamiento pasa por alto que para el SP se construye socialmente el conocimiento científico sobre el mundo natural y no el mundo natural mismo. Es decir, la sociología del conocimiento científico no plantea que la realidad sea una construcción social, sino más bien las teorías generadas por la práctica científica. En efecto, el SP supone en su explicación de la construcción del conocimiento la existencia independiente de un mundo natural al que atribuye un importante papel en la formación de creencias sobre él. La naturaleza guarda una conexión causal con los órganos sensoriales y los científicos mantienen una constante conexión con la naturaleza por medio de la observación. Sin embargo, la acción del mundo sobre un individuo dotado de facultades cognitivas con relativa estabilidad no es suficiente para explicar cómo se construye el discurso científico y cómo se acepta y legitima. Para adquirir conocimiento genuino, no sólo debe presuponerse la estabilidad de las facultades del sujeto y de los instrumentos de experimentación, sino también la tradición, la cultura o la institución; esto es, los “patrones de interacción social” que dan forma y sentido a los datos sensoriales o experimentales, los cuales constituyen tanto el contenido de las teorías como pruebas a favor de las mismas (Barnes et al. 1996: 16-17). De igual forma, las teorías científicas son formuladas en proposiciones y por ello son “construcciones” o “convenciones”. Desde luego, el uso lingüístico presupone elementos sociales como la enseñanza, el aprendizaje y la interacción colectiva. Además, la realidad no proporciona el lenguaje con el cual la clasificamos:

Las teorías y el conocimiento teórico no son cosas que estén dadas en nuestra experiencia, sino que son lo que da sentido a la experiencia al ofrecer un relato de lo que la subyace, la cohesiona y da cuenta de ella. Eso no significa que la teoría no responde a la experiencia. Si responde, pero no se da junto con la experiencia que ella explica, ni tampoco se apoya únicamente en ella. Se requiere otro agente, aparte del mundo físico, que oriente y apoye este componente del conocimiento. El componente teórico del conocimiento es un componente social y es una parte necesaria de la verdad, no un signo de un mero error. (Bloor 1976: 16)

Así pues, el SP no niega sino que reconoce que la realidad y la experiencia individual son condición necesaria de la construcción y validación del conocimiento. Sin embargo, no son condición suficiente. Aparte de la experiencia del científico individual, este sujeto se refiere a ella a través del lenguaje que ha heredado de su tradición y mediante el cual interactúa con otros individuos dentro de su práctica de hacer ciencia. El SP no es idealista, o reduccionista, ya que sostiene que “los científicos responden a la naturaleza, pero lo hacen colectivamente a través de sus convenciones y conceptos institucionalizados” (Bloor 1999: 90). De hecho, lo que garantiza adquirir conocimiento empírico sobre el mundo es principalmente el componente institucional: “es sólo a través de la organización social que es posible lograr la sofisticada adaptación a los detalles del mundo natural” (Bloor 2004: 929).

En cualquier caso, cabe preguntar: ¿puede esta comprensión naturalista de la ciencia compaginar con una forma de realismo? Los filósofos (Psillos 1999) distinguen entre dos variantes del realismo. Por un lado, está el realismo ontológico o metafísico según el cual existe un mundo material independiente de las mentes o los sujetos. Este realismo, que puede traducirse como materialismo, es abiertamente asumido por el análisis sociológico. Por otro lado, se encuentra el realismo epistémico según el cual nuestro conocimiento tiene acceso directo a las cosas en sí mismas, como las entidades inobservables, y puede penetrar los rasgos estructurales de la realidad. Sobre la base del finitismo sociológico, dentro del cual el conocimiento científico se entiende como una clasificación convencional de la experiencia, no hay cabida al realismo epistémico. En primer lugar, porque las clasificaciones se hacen con base en la analogía en apariencia y no en la identidad de apariencia. En segundo lugar, porque la aplicación de los conceptos es ostensiva y no referencial. En tercer lugar, porque la realidad por sí sola no puede apoyar un único sistema de clasificación como privilegiado, es decir, la naturaleza no enseña por sí sola cuál es la descripción verdadera del mundo (Barnes et al. 1996). Desde el punto de vista del finitismo, el conocimiento científico es más bien conocimiento instrumental, en el sentido en que los sistemas de clasificación se adaptan a la experiencia y le dan forma o la organizan con mayor o menor fortuna. Sin embargo, tales sistemas no son representaciones de las cosas en sí mismas. Antes bien, son herramientas teóricas que permiten a las comunidades que lo producen enfrentarse con la naturaleza.

A pesar de todo, para concluir, una forma de dar entrada al realismo epistémico en el análisis sociológico es considerando la cuestión desde un enfoque naturalista, esto es, reconociendo la tendencia al realismo de quienes hacen ciencia. Desde la perspectiva de los actores, las teorías científicas buscan dar cuenta satisfactoria de los fenómenos naturales y, por tanto, los científicos mismos tienden a la búsqueda o al convencimiento de que mediante ellas se tiene acceso cognitivo al mundo material independiente. La sociología, como la ciencia de la ciencia, comparte el mismo sentimiento realista que caracteriza a muchos científicos. Sus análisis sobre la ciencia son considerados por sus proponentes como explicaciones que dan cuenta de la manera como la ciencia es y funciona realmente. Por tales motivos, no es que el concepto de verdad deba ser suprimido a la luz del finitismo, sino que puede ser entendido como una categoría de los actores (como algo natural de las formas de hablar en la práctica científica) usada como criterio discriminador para sancionar el conocimiento exitoso o para asignarle credibilidad.

Referencias:

Barnes, B., & Bloor, D. (1997). Relativismo, racionalismo y sociología del conocimiento. En: M. I. González, J. A. López & J. L. Luján (Comps.), Ciencia, tecnología y sociedad. Lecturas seleccionadas. (pp. 27-48). España: Ariel.

Barnes, B., Bloor, D., & Henry, J. (1996). Scientific Knowledge. A Sociological Analysis. Chicago: University of Chicago Press.

Bloor, D. (1976). Knowledge and Social Imagery. London: Routledge.

__________. (1999). Anti-Latour. Studies in the History and Philosophy of Science A (30): 81-112.

__________. (2004). “Sociology of Scientific Knowledge.” In: I. Niinilouto, M. Sintonen, & J. Wolenski (Eds.), Handbook of epistemology. (pp. 919-962). Dordrecht: Kluwer Academic Publishers.

__________. (2007). Epistemic Grace: Antirelativism as Theology in Disguise. Common Knowledge, (13): 250-280.

Haack, S. (1996). Towards a Sober Sociology of Science. In: P. Gross, N. Levitt, and M. Lewis, The Flight from Science and Reason. (pp. 259-265). New York: New York Academy of Sciences.

Kuhn, T. (1992). The Trouble with the Historical Philosophy of Science. In: Robert and Maurine Rothschild Distinguished Lecture Series. (pp. 3-20). Cambridge, Mass: Harvard University.

Madrid, C. (2011). La ciencia y el relativismo. Una apología materialista de la razón. El catoblepas, 110: 10. Web: http://www.nodulo.org/ec/2011/n110p10.htm

Olivé, L. (Comp.). (1994). La explicación social del conocimiento. México: UNAM.

Psillos, S. (1999). Scientific Realism. How Science Tracks the Truth. London: Routledge.

Últimas noticias

La caracterización instrumental de materiales: coloquio 2025-1

Violencia y animales: Yonatan Durán becado para doctorado

La mente extendida y el transhumanismo: nuevo artículo del profesor Ángel Rivera-Novoa

Suscríbe
NEWSLETTER