Filosofía, ciencia y política: en torno a la relación entre ciencia y política en la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, 1863-1886

Yonatan Durán Maturana
yonatan.duran@udea.edu.co
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia

La tesis, de la cual este texto constituye una presentación, propone una defensa razonada del siguiente aserto: la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia (UNEUC) fue un “espacio de posibilidades” que actuó como un marco de referencia que delimitaba las opciones teóricas y conceptuales disponibles para los científicos e intelectuales de la segunda mitad del siglo XIX. Esos actores se vieron obligados a navegar a través de tales opciones en búsqueda de lo que creían era el horizonte más apropiado para la sociedad colombiana.

Para reseñar brevemente esta tesis, distribuiré mi exposición en los siguientes seis puntos: en el primero presentaré su horizonte general; en el segundo, describiré sus aspectos metodológicos; en el tercero, expondré la primera triada argumentativa de la tesis; en el cuatro punto, y de un modo breve, expondré la segunda triada argumentativa; y en el quinto punto, a modo de consideraciones finales, destacaré algunos puntos centrales. Y, por último, en el sexto punto, sugeriré dos hipótesis tendientes a subrayar un modo de estudiar la relación entre filosofía, ciencia y política desde una perspectiva de una lógica binaria no radical.    

Introducción: horizonte general

    Mi tesis parte del siguiente hecho: en la segunda mitad del siglo XIX en Colombia, durante el arco temporal (1863-1886) del denominado “radicalismo liberal”, existió un proyecto de nación que, amarrando un proyecto de modernización, se orientó hacia la resolución de lo que los liberales consideraban un problema, a saber, la persistencia de las estructuras socioeconómicas, políticas y jurídicas heredadas del período colonial. Si bien la crítica de esas estructuras no era en absoluto novedosa, sí lo fue la forma en que los liberales radicales la abordaron. Pretendieron mostrar que nuevas formas de organización social, política, jurídica y económica podían legitimarse y justificarse apelando a los modos de proceder de la ciencia y que estos modos podían constituir una explicación suficiente de los fenómenos sociales, políticos, económicos y culturales.

    Pese a que ese uso puede rastrearse desde la segunda mitad del siglo XVIII como una referencia necesaria para el orden social, a partir de la segunda mitad del siglo XIX el concepto de ciencia se extendió más allá del ámbito de pequeños grupos y encontró terreno fértil en las discusiones generales sobre problemáticas sociales, políticas y educativas, al funcionar como referente para el progreso social y moral, lo que propició y catalizó nuevas formas de vinculación recíproca entre ciencia y política.

    En consecuencia, se generaron condiciones para que otras formas de conocimiento distintas de las ciencias se vieran también con carácter científico, utilizando los principios y modos de proceder de la ciencia como criterio distintivo entre conocimiento válido y no válido. Este proceso supuso esfuerzos por establecer espacios en los que se desplegó una concepción cientificista de la organización sociopolítica. Lina del Castillo (2018, p. xxv) sugiere que estos espacios se constituyeron para facilitar la producción de conocimiento y las prácticas científicas, tales como técnicas para la agrimensura, desarrollo de etnografías que documentaban la cultura popular y la ciencia de la administración política, así como la creación de obras geográficas, entre otras actividades.

    Mi perspectiva surge de las siguientes preguntas: ¿por qué y cómo esos espacios se convirtieron en lugares centrales para la ciencia y la política? ¿Cuál es el fundamento, la naturaleza y las modalidades de esos espacios?  Sostengo que la UNEUC constituyó un caso prominente de “espacio de posibilidades”, del que hablaré con más detalle en un momento. De esto modo, presento a la UNEUC bajo una luz diferente, al defender que surgió como resultado de las transformaciones de los límites disciplinarios entre ciencia y política. En otras palabras, interpreto a la UNEUC como una función de la redefinición de los límites entre ciencia y política.

    Desde esta perspectiva, la UNEUC actuó no solo como un espacio de producción y divulgación científica, sino también como un lugar donde se negociaban y redefinían las fronteras entre ciencia y política. En consecuencia, afirmo que corre un proceso intelectual y educativo junto a los procesos políticos y económicos que debe interpretarse como una redefinición de los límites entre ciencia y política. El punto clave aquí es que la UNEUC surgió y varió en relación con las trasformaciones entre ciencia y política y, al mismo tiempo, estos dos ámbitos se desarrollaron en función de otros factores, a través de los cuales se desplegó una concepción cientificista del orden natural y del orden social.

    Es verdad que hablar de cientificismo para este período corre el riesgo de anacronismo. Sin embargo, esta expresión pretende recoger una actitud recurrente entre los intelectuales de este período, en la que intentaban posicionarse con respecto a la tradición en la que se vieron envueltos, a través de esquemas maniqueos, contraponiéndolos de forma binaria, como civilización/tradición o tradición/modernidad. Esta actitud se fundamentó en “la creencia de que la ciencia, en el sentido moderno, y el método científico, tal y como lo describen los científicos modernos, ofrece los únicos medios naturales fiables para adquirir el conocimiento disponible sobre lo real” (Wellmuth, 1944, pp. 1-2).

    Este es, pues, el horizonte general, histórico y filosófico, en el que se inscribe mi tesis. Lo que en ella presenté es una tesis de historia que tiene implicaciones y consecuencias filosóficas. Es decir, no solo se habla en ella de un período y de un fenómeno histórico concreto, la UNEUC como un proceso de ilustración, cientifización y estabilización de procesos sociales y políticos, sino que también se resalta la importancia de ese fenómeno para entender un problema filosófico relevante para nuestra época. El problema filosófico gira en torno a las interacciones entre ciencia y política y, más específicamente, en el papel de los intereses en la determinación del conocimiento y en las formas de institucionalización del saber científico en el contexto colombiano.

    Aspectos metodológicos y teóricos

    La UNEUC es un caso de estudio revelador de cómo los intelectuales de ese período buscaron reconfigurar la relación entre ciencia y política. El núcleo de esta tesis lo constituye el análisis de discursos tales como disposiciones normativas, polémicas filosóficas y reformas educativas, en los que se puede apreciar el entrecruzamiento de aspectos característicos del proyecto intelectual y educativo de la segunda mitad del siglo XIX.

    Para examinar este núcleo, adopto una perspectiva metodológica que combina el análisis documental con un abordaje teórico que concibe a la UNEUC como un “espacio de interacción” entre ciencia y política. Y para darle mayor espesor y consistencia a esa noción, adopto el concepto de “espacio de posibilidades” de Robet Westman (2011, p. 10), el cual resulta fundamental para comprender la relación entre ciencia y política en contextos de redefinición disciplinar en sociedades que atraviesan transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales.

    Westman desarrolla ese concepto como herramienta metodológica para comprender las condiciones y contextos que posibilitan ciertos desarrollos o descubrimientos en marcos disciplinares y prácticas que están en tensión, compiten, y se auto-definen. Así, en su caso, el espacio de posibilidades explica las indagaciones científicas y filosóficas de Nicolás Copérnico en función de las opciones específicas a las que tenía acceso en el marco de la “ciencia de las estrellas”.

    Westman define el espacio de posibilidades a partir de tres dimensiones interconectadas: (i) una dimensión geográfica, que alude a las posibilidades físicas y materiales, como la disponibilidad de libros, el encuentro entre personas o la influencia de un lugar específico en el surgimiento de ciertas ideas o prácticas; (ii) una dimensión intelectual (que puede interpretarse también como dimensión epistemológica), que refiere las teorías, conocimientos y debates que constituyen marcos conceptuales dentro del cuales los científicos trabajan y desarrollan sus ideas, explorando así las opciones cognitivas, conceptuales y epistemológicas a su disposición; y (iii) una dimensión social, que engloba las redes de comunicación y apoyo, las instituciones académicas y los mecanismos de recompensa que pueden facilitar o limitar las investigaciones científicas.

    Estas dimensiones configuran un “espacio de posibilidades” en el que ciertas opciones son más probables que otras, y donde los actores pueden navegar y explorar diferentes caminos teóricos. Este concepto es útil para comprender y explicar cómo se desarrollan y cambian las ideas en relación con su contexto histórico y cultural; y cómo las nuevas ideas y conceptos científicos, filosóficos, políticos no surgen de la nada, sino que constituyen y, a la vez, emergen del “espacio de posibilidades”.  Este marco comprende y permite operar con factores como las creencias religiosas, las tradiciones filosóficas, las técnicas y herramientas disponibles, y las concepciones metafísicas predominantes.

    Es en este sentido que entiendo la UNEUC como un espacio de posibilidades, en la medida en que este concepto me permite explicar los debates científicos, políticos y filosóficos en función de las opciones a los que los intelectuales de la segunda mitad del siglo XIX en Colombia tenían acceso en el marco del proyecto de nación durante del “liberalismo radical”. Si bien la expresión “liberalismo radical” suele remitirse a figuras liberales, durante ese período, figuras tradicionalistas tales como Miguel Antonio Caro o Sergio Arboleda también se preocuparon por la formación de la nación.  

    Ciencia, educación y progreso

    Del análisis de la UNEUC como espacio de posibilidades, se desprende la siguiente cuestión: ¿por qué los liberales radicales fundamentaron la organización sociopolítica en los principios y métodos de las ciencias principalmente a través de este espacio? ¿qué problemas resolvía esto? Para responder estas preguntas, planteo la siguiente triada argumentativa:

    • La ciencia como fundamento del progreso material y político-administrativo;
    • La necesidad de una arquitectura institucional y educativa acorde con los preceptos de las ciencias modernas, para que la nación colombiana se insertara en el horizonte del progreso;
    • La necesidad de una depuración de la educación de aquellos preceptos y elementos considerados adulteraciones que entorpecían la inserción de Colombia en la senda del progreso, priorizando la educación técnica y científica por sobre la formación jurídica o teológica tradicional.

    De esta triada se deriva la fórmula mediante la cual los liberales se esforzaron por resolver el problema de los “legados coloniales”: la fórmula es “educación, ciencia y progreso”. Esta fórmula no fue general ni neutral, sino que estuvo vinculada a los problemas específicos que los liberales buscaron resolver en relación con la organización sociopolítica, es decir, con su proyecto de nación. En este proceso, la educación científica, es decir, en ciencias naturales, se convirtió en el horizonte del proyecto de modernización de la nación y, a través de esta, en el horizonte del progreso. De ahí que, bajo este cientificismo, los liberales se hayan abocado a la tarea de incorporar la educación científica dentro de las funciones y políticas estatales.

    Esto implicaba, como es natural, la secularización de la educación y la vida pública, para reducir la influencia de los valores heredados del mundo hispánico, priorizando el conocimiento empírico y las ciencias naturales por encima de la metafísica tradicional. Además, se promovía un enfoque científico de la organización social y política, en contraposición a los paradigmas tradicionales de corte religioso o especulativo. La secularización de la esfera pública y la educación se entendía como un paso necesario para alcanzar el ansiado horizonte del “progreso”.

    Mi tesis señala que la fórmula “educación, ciencia y progreso” representaba los elementos claves que los liberales consideraban necesarios para lograr el progreso de la nación colombiana. Así, esta fórmula revela que este proyecto implicaba una transformación cultural y epistemológica, que buscó reemplazar los “legados coloniales” por un modelo de organización social y política fundamentado en los principios científicos modernos. Más allá de ser una simple receta técnica, esta fórmula respondía a una visión específica sobre cómo debían estructurarse las nuevas instituciones y prácticas sociales.

    Filosofía, ciencia y política

    La UNEUC es especialmente reveladora, porque en ella se entrecruzan muchas dimensiones que, a primera vista, parecen separadas. Entre otras cosas, la filosofía, íntimamente vinculada al pensamiento político de la segunda mitad del siglo XIX en Colombia. Las figuras intelectuales consideradas en esta tesis se vincularon, de un modo u otro, con la política de su época y en sus discursos o reflexiones fundamentan su labor de una manera muy específica. Esta tesis afirma que lo que emerge con la UNEUC es un nuevo modo de abordar los problemas de organización sociopolítica apelando a una concepción cientificista de la ciencia y la política. Esto significa que los liberales, al recurrir a la ciencia como único medio legítimo para llevar a cabo su proyecto de modernización del Estado, efectuaron un cambio en los supuestos sobre la organización social, política y cultural.

    De este modo, los liberales antepusieron una filosofía experimental, presuntamente más científica y racional, frente a una filosofía especulativa de corte tradicional. Sin embargo, esta exigencia de adoptar una “filosofía experimental” no implicó desterrar la especulación, sino que la puso al servicio de la observación y experimentación. En este contexto, los debates en torno educación superior manifestó reflexiones filosóficas amplias sobre el conocimiento, la razón y la ética.

    El impulso a la secularización de la educación y la promoción de un enfoque más racional y científico del aprendizaje pueden verse como un reflejo del cambio de los valores éticos. La creencia de que la razón, la ciencia y la educación conducirían al progreso no sólo en términos de desarrollo económico y social, sino también moral, ofreció una dimensión ética de las reformas educativas defendidas por los intelectuales.

    Un aspecto fundamental que resalta mi tesis es que las relaciones entre ciencia y política se dieron fundamentalmente a través de la educación y, al mismo tiempo, la idea de educación se canalizó de manera precisa a través de la “educación científica”. Así, la ciencia encontró su principal vía de aplicación y despliegue social en el terreno de la educación científica. Y a su vez, esta educación científica se abrió paso, si no exclusivamente, sí principalmente a través de las transformaciones en las cuales ciertos rasgos, contenidos y enfoques educativos específicos se producen gracias a las operaciones realizadas por las élites reformadoras e intelectuales.

    En este sentido, no se trató tanto de un proceso unidireccional de la ciencia hacia la política, sino más bien de una interacción bidireccional mediada por la educación. Las élites reformistas utilizaron la ciencia como herramienta legitimadora y transformadora del sistema educativo, mientras que este a su vez se convirtió en el principal canal para difundir y aplicar los conocimientos y programas científicos. Bajo esta premisa, los actores priorizaron las ciencias, no solo en los diseños de los planes de estudios, sino también como método para todas las disciplinas, incluyendo la práctica educativa.

    Aquí hay una referencia a la naturaleza práctica de la filosofía. Es decir, en la medida en que un cierto tipo de filosofía, la positiva, constituye el basamento para la organización sociopolítica, la practicidad de la filosofía sugiere su dependencia por respecto al suelo en el cual no solo se arraiga, sino del cual se nutre. En este contexto específico, puede afirmarse que el término de referencia de la practicidad filosófica es la ciencia y la organización sociopolítica, cuya articulación se canalizaba a través de la educación.

    Consideraciones finales: aspectos centrales

    Mi tesis aspira a contribuir a la comprensión de la relación entre ciencia y política en el siglo XIX en Colombia, al ofrecer un análisis detallado de cómo las concepciones de ciencia y el orden sociopolítico convergieron en un proyecto cultural e intelectual. A continuación, destacaré algunos de los puntos centrales. El primero tiene que ver con la interacción entre ciencias naturales y ciencias humanas.  A menudo se entiende que el positivismo favorece la separación entre las ciencias naturales y las humanas, en lugar de su interacción. Sin embargo, el análisis de la actitud del cientificismo positivista de figuras como Manuel Ancízar, José María Samper, Salvador Camacho Roldán, Rafael Núñez y CesarGuzmán frente a las ciencias humanas, cuestiona ese supuesto.

    Estos actores plantearon la posición de las ciencias naturales y humanas en el contexto del sistema educativo nacional a través de los debates sobre la educación pública, abogando por una visión de la ciencia que englobara tanto las ciencias naturales como las humanas. Así, la concepción de la ciencia de estos actores pretendía incluir y desarrollar, en lugar de excluir, cuestiones éticas, políticas, religiosas, culturales y filosóficas más amplias. Esto muestra que el cientificismo positivista de esta época no se centraba en una demarcación rígida entre las ciencias naturales y las demás disciplinas, ni en la definición de un criterio estricto de cientificidad, sino más bien en la absorción de las ciencias humanas (psicología, sociología, historia, economía política) en el marco de las ciencias naturales.

    Estos actores constituyen así ejemplos para examinar el cientificismo positivista desde una perspectiva no reduccionista, al mostrar que, en lugar de separar estrictamente el ámbito de las ciencias naturales de otros ámbitos, su positivismo constituía una cosmovisión omnicomprensiva que buscaba ampliar la influencia del positivismo más allá de la mera divulgación y promoción de las ciencias. Desde esta perspectiva, dado que las ciencias naturales habían contribuido a la comprensión de las leyes del de la naturaleza, las ciencias humanas debían aplicar los métodos de estas ciencias a la comprensión de cuestiones morales, lingüísticas, históricas y, en general, sociales.

    De ahí el énfasis y la exigencia que estos actores hicieron de la observación y la experimentación para estudiar asuntos sociales, morales y políticos, rechazando las explicaciones metafísicas o religiosas. Un aspecto clave fue la exigencia de comprender las tendencias sociales, es decir, el desarrollo histórico de la nación, a través de la observación empírica. En este contexto, el intercambio de las expresiones “naturaleza” e “historia”, planteó a los intelectuales la posibilidad de una “unidad de la ciencia”.

    En este contexto, los intelectuales concibieron los desarrollos de la biología, en tanto estudio de los procesos evolutivos y el cambio orgánico, como fundamento para estudiar fenómenos sociales, políticos y culturales como procesos sujetos a leyes de desarrollo análogas a las que rigen la evolución de los organismos vivos. Esta aplicación de los principios biológicos al ámbito social buscaba comprender la nación colombiana no como una entidad estática, sino como un organismo en constante transformación, formado por fuerzas históricas susceptibles de ser desentrañadas mediante la observación y la experimentación. Puede decirse entonces que en estos actores opera una filosofía que pretende mostrar las condiciones naturales de los acontecimientos históricos y, al mismo tiempo, las condiciones históricas de los fenómenos naturales, todo ello basado en un único método: el experimental.

    Durante este período se configuró lo que Stephen Gaukroger (2016) denominó “naturalización de lo humano”, un proceso que se extendió en el mundo europeo desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XIX. Esta “naturalización” implicó la formulación empírica de cuestiones del ámbito humano que previamente tenían un carácter no empírico (p. 9). Este proceso llevó a un cambio en la concepción de la ciencia y sus ámbitos de aplicabilidad. Como consecuencia, se produjo una tendencia que subsumía al ser humano en el mundo natural. Bajo esta nueva mirada, los esfuerzos por explicar los fenómenos sociales, políticos y morales se abordaron cada vez más desde un enfoque empírico y experimental, desplazando paulatinamente las aproximaciones puramente especulativas o deductivas que habían primado anteriormente.

    De este modo, la “naturalización de lo humano” captura la tendencia los intelectuales colombianos de la segunda mitad del siglo XIX por insertar al ser humano en el orden natural, en el sentido de explicar los fenómenos sociales a través de analogías con el mundo natural. Esto se aprecia no solo en el uso de la noción de “leyes naturales”, sino también en metáforas como “organismo”, “seres colectivos”, etc. para referirse a las instituciones, la estructura social y los procesos históricos y culturales. Es decir, hubo un esfuerzo por parte de los intelectuales por naturalizar la organización social, tratando de elucidar su funcionamiento a la luz de los nuevos conocimientos sobre la naturaleza provistos por la ciencia.

    Así pues, el análisis de la UNEUC revela cómo la ciencia y la política convergieron en un proyecto de modernización cultural e intelectual, en el cual las concepciones sobre el conocimiento científico y el orden sociopolítico se configuraron mutuamente. Lejos de ser ámbitos separados, la ciencia y la política convergieron en la definición de los horizontes de posibilidad para la construcción de la nación colombiana. Mi contribución, por modesta que sea, se inscribe en el contexto de los estudios que han ampliado el alcance y la profundidad de nuestra comprensión del siglo XIX colombiano, y espero haber mostrado que la cuestión de la relación entre ciencia y política en Colombia encuentra un prominente caso de estudio en la UNEUC.

    Colofón: dos hipótesis para futuras investigaciones

    Como colofón, quisiera plantear la siguiente cuestión: que, si bien el espacio de posibilidades se organiza en torno a una multiplicidad de valores (políticos, estéticos, científicos, religiosos, éticos, morales) a veces enfrentados entre sí, no se trató simplemente de un binarismo radical, debido a que en él se articularon también valores cientificistas con valores heredados del mundo hispánico. Esto no significa que dejemos de considerar el binarismo expresado en ese horizonte de posibilidades, sino más bien advertir del peligro de su radicalización y sugerir un modo de superar una lógica binaria simplista y maniquea en la comprensión de la vida intelectual del siglo XIX en Colombia.

    Propongo dos hipótesis indicativas, en parte de las fuentes mediante las cuales se articularon las ideas cientificistas en Colombia durante la segunda mitad del siglo XIX y, en parte, de las vías por donde habría que estudiar el cientifismo desde la perspectiva de una lógica binaria no radical. La primera hipótesis plantea un vínculo entre positivismo y cristianismo. La segunda, una continuidad entre el cientificismo positivista del liberalismo radical y el periodo de la regeneración.

    Si bien la primera hipótesis fue sugerida por Saldarriaga Vélez (2004, p. 51, 2008, pp. 24-25), a través de las analogías entre el proyecto tradicionalista de Miguel Antonio Caro y el positivismo comtiano, sugiero que una vía menos explorada y quizá más fructífera para estudiar esta vinculación la ofrece la figura de Rafael Núñez y su adopción del positivismo spenceriano. A diferencia de Caro, cuyo vínculo con el positivismo se dio principalmente a través de analogías conceptuales, Núñez adoptó directamente las ideas spencerianas, incorporándolas a su pensamiento político y a sus propuestas de reforma social.

    Núñez justifica su elección en dos cuestiones principales. La primera se refiere al carácter subjetivo de la psicología, que Comte rechaza, pero Spencer defiende. La segunda se relaciona con la esfera del objeto religioso, siendo para Comte el género humano, y para Spencer “lo incognoscible”, es decir, el origen misterioso de las cosas (Núñez, 1945 [1883], p. 361). Dado que, según Núñez, Spencer no niega lo sobrenatural, al darse cuenta de lo incognoscible, esto es, de algo que existe fuera del alcance de inteligencia humana, es Spencer, más que Comte, quien proporciona las bases para vincular ciencia y religión en un proyecto de nación estable.

    Si la primera hipótesis es correcta, entonces no sería sorprendente que haya habido una continuidad teórica entre el radicalismo liberal y la Regeneración, precisamente a través del cientificismo positivista. El giro de Núñez hacia el cristianismo se explicaría por su creencia de que la moral cristiana ofrecía las bases para el orden social. Por lo tanto, el giro hacia el catolicismo es más estratégico que clerical, lo que explicaría la subordinación de la política a la moral y la regeneración total.

    Referencias

    Castillo, L. del. (2018). La invención republicana del legado colonial: Ciencia, historia y geografía de la vanguardia política colombiana en el siglo XIX (M. J. Montoya Durán, Trad.; Primera edición en español). Ediciones Uniandes: Banco de la República de Colombia.

    Gaukroger, S. (2016). The natural and the human: Science and the shaping of modernity, 1739-1841 (First edition). Oxford University Press.

    Núñez, R. (1945). La reforma política en Colombia: Colección de artículos publicados en «La luz» de Bogotá y «El Porvenir» de Cartagena, de 1881 a 1884 (Vol. 1). Publicaciones del Ministerio de Educación Nacional.

    Saldarriaga Vélez, Ó. de J. (2004). Gramática, Epistemología y Pedagogía en el siglo XIX: La polémica colombiana sobre los Elementos de Ideología de Destutt De Tracy (1870). Memoria y Sociedad, 8, 41-59.

    Saldarriaga Vélez, Ó. de J. (2008). Positivismos y tradicionalismos en Colombia. Notas para reabrir un expediente archivado. Estudios de Filosofía, 301-315. https://doi.org/10.17533/udea.ef.12935

    Wellmuth, J. (1944). The nature and origins of scientism (1.a ed.). Marquette University Press.

    Westman, R. S. (2011). The Copernican question: Prognostication, skepticism, and celestial order. University of California Press.

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