Reseña Coliva (2016): Autoconocimiento esencial de primera persona

Santiago Agudelo Berrío
santiago.agudelo12@udea.edu.co
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia

El autoconocimiento es la capacidad de autoadscribirnos correctamente estados mentales, tales como “quiero comprar una pizza” o “siento dolor en la rodilla”. Las condiciones de corrección del autoconocimiento de primera persona son distintas a las del conocimiento del mundo externo. Para entender esto, consideremos el segundo caso. La proposición “Sócrates es mortal” está fundamentada en justificaciones lógicas y empíricas. Al juntar la premisa mayor “Todos los hombres son mortales” con la premisa menor “Sócrates es hombre” se sigue la conclusión “Sócrates es mortal”, la cual fue comprobada cuando Sócrates murió tras beber la cicuta. Así, el conocimiento del mundo externo es inferencial y observacional.

En contraste, el autoconocimiento de primera persona no es inferencial ni observacional (Coliva, 2016). No es inferencial porque en algún punto debemos conocer directamente nuestros estados mentales. De lo contrario, habría un regreso infinito que impediría fijar premisas básicas para autoascribirnos tales estados. Y no es observacional porque los estados mentales no pertenecen a la clase de cosas que puedan ser vistas. Para ser más precisos, la expresión facial y el comportamiento revelan las actitudes de otros agentes, pero sus pensamientos permanecen ocultos a la vista.

Lo más cercano a una concepción observacional de los estados mentales es la perspectiva cartesiana de la introspección, según la cual tenemos una suerte de “ojo interno” que nos permite ver nuestros pensamientos. Esta perspectiva es problemática porque supone que tenemos un acceso privado a nuestros estados mentales, lo cual niega la dimensión social de la psicología. Interpretamos los estados mentales propios y de los otros, y usamos un lenguaje común que incluye conceptos como “sensación”, “percepción”, “emoción” y “actitud proposicional” (entre otros).  Además, en la vida pública interpretamos y corregimos nuestras actitudes. De modo que el acceso a nuestros estados mentales no es absolutamente privado.

Por lo anterior, Coliva (2016) propone que existe una forma esencial, no-inferencial y no-observacional de autoconocimiento de primera persona, la cual cuenta con tres características necesarias a priori: la ausencia de fundamentación (groundlessness), la transparencia (transparency) y la autoridad (authority). Si estas características no fueran necesarias a priori, entonces no seríamos agentes racionales y responsables de nuestras acciones.

Primero, la ausencia de fundamentación postula que el autoconocimiento de primera persona no es el resultado de ningún logro cognitivo, como la inferencia o la observación (Coliva, 2016). Si así fuera, solo conoceríamos nuestras intenciones con posterioridad a la acción. Por ejemplo, tendríamos que inferir nuestra intención de comprar una pizza tras observar que entramos al supermercado, elegimos la pizza y la pagamos. Pero proceder de este modo sería propio de un agente alienado (Coliva, 2016).

Segundo, la transparencia consiste en que nuestra conciencia de un estado mental siempre está a acompañada del conocimiento de su contenido; es decir, si formamos la intención de comprar una pizza, o sentimos dolor de rodilla, implica que sabemos que tenemos tal intención o tal dolor. De ahí que podamos dar autoinformes de nuestros estados mentales. Un ejemplo de esto es cuando alguien nos pregunta si estamos tristes, tras notar que hemos cambiado de semblante.

Tercero, la autoridad se refiere a que nuestras autoadscripciones de estados mentales son legítimas e incontrovertibles. Si un agente dice que se encuentra en un estado mental M, entonces S se encuentra en M, incluso si el contenido de M es falso (Coliva, 2016). Por ejemplo, si S cree que va a llover y, sin embargo, no llueve, sigue siendo cierto que tenía tal creencia.  

Coliva advierte que la transparencia y la autoridad requieren de algunas condiciones relevantes para garantizar el autoconocimiento esencial de primera persona. La autora destaca especialmente tres condiciones: 1) el agente opera con los conceptos mentales que conciernen a la dimensión social de la psicología; 2) el agente cuenta con un buen desempeño cognitivo, y mantiene un estado de alerta y atención adecuados a sus circunstancias actuales; y 3) se excluyen los casos relativos a estados mentales disposicionales, es decir, las tendencias inconscientes a ciertos patrones cognitivos o conductuales, como los sesgos, los prejuicios o las preferencias personales.

De las anteriores condiciones se siguen las siguientes consecuencias en torno al autoconocimiento esencial de primera persona. Dado 1., que el autoconocimiento no es propio de los bebes o los animales; dado 2., que este es incompatible con los estados alterados de conciencia, como las distracciones, las ocupaciones o el consumo de drogas; y dado 3., que este se restringe a los estados mentales susceptibles de una evaluación racional mientras están en curso, como las creencias, las intenciones y las sensaciones.

Un último asunto que aborda Coliva (2016) es el autoconocimiento de tercera persona. Este se fundamenta en logros cognitivos. Por ejemplo, la madre que da un trato preferencial a uno de sus hijos podría enterarse de que tiene está disposición a través del testimonio de terceros, como un familiar o un psicólogo. En este caso no hay autoconocimiento esencial de primera persona, dado que el acceso a los estados mentales depende de las condiciones del mundo externo, como las interacciones sociales y la evaluación científica del conocimiento.

Para concluir, consideraré brevemente la relación entre autoconocimiento esencial de primera persona y responsabilidad agencial. Coliva (2016) sostiene que este autoconocimiento es necesario para que seamos agentes racionales y responsables de nuestras acciones. En general, estoy de acuerdo con esta tesis; pero dudo que las condiciones mencionadas, adicionadas a la transparencia y la autoridad, sean suficientes para garantizar tal responsabilidad, o al menos no parecen serlo desde una perspectiva consecuencialista. 

Esta visión ética sostiene que no solo somos responsables de nuestras acciones, sino también de sus consecuencias previstas (Bentham, 1789/2007; Sidgwick, 1874/1962). Cuando un conductor atropella a un transeúnte bajo la influencia del alcohol, no se cumple la condición de transparencia. Pues el agente se encuentra en un estado alterado de conciencia. Sin embargo, el conductor sigue siendo responsable de lo que ha provocado. Casos así sugieren dos alternativas: o bien, la transparencia no es una condición necesaria a priori del autoconocimiento esencial de primera persona; o bien, requiere de más condiciones no contempladas. Pero aun con estos retos conceptuales, estoy de acuerdo con la tesis de que existe una forma de autoconocimiento esencial de primera persona. A fin de cuentas, todos nos enteramos de nuestros pensamientos, aunque sea con ligereza. 

Cabe anotar, finalmente, que probablemente Coliva no se esté refiriendo a una responsabilidad externa, relativa a nuestros deberes morales socialmente aceptados, sino más bien a la responsabilidad interna. Es decir, a la consciencia psicológica de que somos agentes de nuestras acciones, con independencia de su valor moral. Y si esto es así, entonces la objeción consecuencialista no tiene lugar. Por tanto, si no se cumple la condición de transparencia, no habría responsabilidad interna, aunque el agente aún deba atender a las exigencias morales propias de la responsabilidad externa.

Referencias

Bentham, J. (1789/2007). Introduction to the Principles of Morals and Legislation. Dover.

Coliva, A. (2016). Varieties of Self-knowledge. In V. Hendricks (Ed.), The Varieties of Self-Knowledge (pp. 51-76). Palgrave Macmillan UK. https://doi.org/10.1057/978-1-137-32613-3_3

Sidgwick, H. (1874/1962). The Methods of Ethics. Palgrave Macmillan.

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