Óscar Andrés Piedrahita
oa.piedrahita@gmail.com
Universidad de California, Irvine
A continuación presentaré un resumen del texto «Can hinge epistemology close the door on epistemic relativism?», publicado en Synthese (2021, doi:https://doi.org/10.1007/s11229-020-02995-4), disponible en: https://rdcu.be/cc0ZR
La epistemología bisagra (hinge epistemology) es una aproximación contemporánea a problemas epistemológicos que viene de los apuntes de Wittgenstein que hoy en día se conocen como Sobre la certeza (Wittgenstein, 2000). El nombre viene de algunos pasajes donde Wittgenstein metafóricamente recalca que algunas de las proposiciones que para nosotros son más ciertas y evidentes son como las bisagras de una puerta, que deben estar quietas para que esta pueda moverse. La metáfora de Wittgenstein, y la que los epistemólogos de bisagras han explotado y extendido para echar luz sobre diferentes asuntos, es básicamente que algunas proposiciones no pueden ni dudarse ni justificarse, porque ellas mismas son condiciones necesarias de la duda y la justificación.
Un ejemplo podría ayudar aquí: ¿podría justificar o dudar de la creencia de que el mundo exterior existe? Aunque algunos filósofos han pensado que sí, los epistemólogos de la bisagra no coinciden. Ellos dicen que uno no puede dudar ni justificar que el mundo exterior existe, porque que el mundo exterior existe es en sí mismo la condición necesaria de nuestra formación y justificación de creencias, por ejemplo, sobre los objetos físicos. Imagínese por ejemplo que yo intentara justificar mi creencia en que el mundo exterior existe —a la manera de G. E. Moore— levantando mi mano derecha, señalándola con mi mano izquierda y diciéndome: ¡si esta mano existe, y si además es externa a mi mente, entonces el mundo exterior (al menos en lo tocante a manos) existe! El epistemólogo de bisagra vuelve a diferir y mantiene que mi mano y el gesto de señalarla no justifican nada, porque para que sea verdad que mi mano exista tiene que ser de antemano verdad que el mundo exterior existe. Al fin y al cabo, yo no puedo justificar o dudar que el mundo exterior existe si lo que tomo como evidencia para ello es, justamente, que el mundo exterior existe. Que el mundo exterior existe es una bisagra y su justificación, y mucho menos su duda, no está en juego.
Lo anterior nos da al menos dos criterios para identificar las bisagras de los portones de nuestros sistemas epistémicos (un sistema epistémico es un conjunto de creencias relacionadas y ordenadas por un conjunto de bisagras). Primero, un enunciado o proposición es una bisagra si su validez antecede a la formación y justificación de creencias. Segundo, un enunciado o proposición es una bisagra si un intento por justificarla requiere echar mano de lo que la bisagra misma prescribe. Estos son algunos ejemplos:
El mundo exterior existe.
Ni yo ni mis pares epistémicos estamos radical y sistemáticamente equivocados.
Mis capacidades epistémicas son en mayor medida confiables.
La Tierra ha existido por muchísimos años.
No solo proposiciones pueden ser bisagras; normas y métodos también, siempre y cuando cumplan con las dos características arriba mencionadas:
Observación: Si mi experiencia tiene un contenido p entonces (asumiendo que no estoy alucinando ni errado sobre lo que me parece ser el caso) estoy justificado en creer que p.
Modus Ponens: Si p implica q, y si yo creo que p y es verdad que p, entonces estoy justificado en creer que q.
Revelación: Si la comunidad epistémica de la que uno hace parte forma creencias a partir del contenido de un libro determinado, entonces si ese libro dice que p entonces uno está justificado en creer que p.
Los epistemólogos han puesto las bisagras al servicio de diferentes tareas epistemológicas; la central, quizá, es responderle al escéptico cuando este toca a la puerta a preguntar cómo sabemos lo que afirmamos creer saber. Pero las bisagras también han servido para (intentar) cerrarle la puerta al relativista epistémico. Esto último es lo que discute el artículo y yo argumento que dos influyentes teorías de epistemología de bisagra no son tan exitosas en cerrarle la puerta al relativista y que de hecho ellas colapsan en una forma de relativismo epistémico. A partir de mi crítica yo propongo una manera en que el epistemólogo de bisagras puede forjar los soportes de su puerta y cerrarla al relativista. Pero vamos por partes.
Así como el escepticismo, el relativismo es una posición epistemológica apabullante. Esto es, hay que evitarla; o al menos hay que mirar con recelo cualquier teoría que lo implique. Un relativista sostiene que la justificación última de nuestras creencias no depende de factores objetivos o neutrales, sino de factores contingentes y variables. El relativista epistémico mantiene que la justificación de nuestros sistemas epistémicos es en sí misma no epistémica: no hay un hecho objetivo en el mundo que nos digan cuáles son las mejores bisagras para nuestras puertas.
Esta posición pareciera no ser muy apabullante, tal como la he formulado. ¿No es acaso obvio que las creencias que uno tiene, y la manera en que uno justifica esas creencias, dependen de cómo y dónde fue educado uno?
Aunque a primera vista inofensivo, el relativismo se torna problemático cuando uno se fija en lo que implica. Tomemos un desacuerdo entre dos partes que, a partir de sistemas epistémicos diferentes, forman y justifican creencias incompatibles. En el artículo discuto el largamente documentado desacuerdo entre Galileo y el cardenal Belarmino, el cual caracterizo como un desacuerdo bisagra (hinge disagreement). Galileo creía que la Tierra se mueve sobre su eje y al rededor del Sol; Belarmino, por su parte, creía lo contrario: la Tierra permanece inmóvil y el Sol gira alrededor de ella. Lo que caracteriza este tipo de desacuerdos no es solamente la diferencia en las creencias, sino también lo que produce el desacuerdo. Belarmino, a diferencia de Galileo, consideraba que es perfectamente racional formar y justificar creencias por medio de ese método bisagra que antes llamé Revelación; o sea, por medio de lo que dice la Biblia. Para Galileo, digamos, Revelación no es una bisagra; él prefiere Observación.
Entonces Galileo y Belarmino no tienen solamente creencias incompatibles, sino también bisagras incompatibles. Si están en desacuerdo, alguno de ellos debe estar en lo correcto. Al fin y al cabo, el relativista epistémico no dice que la verdad es relativa. Este dice que lo relativo es la justificación. Pero si solo uno de ellos, Galileo o Belarmino, está en lo correcto, ¿cómo lo vamos a decidir? El relativista epistémico dice que eso no se decide por medios epistémicos; o sea, no hay manera de mostrarle a ambos contendores que solo uno de ellos está justificado. El relativista dice que cada uno de ellos está justificado en sí mismo, desde su propia perspectiva, y que ante el choque de bisagras no hay manera de determinar neutral y ecuménicamente quién es el que está (in)justificado. Esto es lo que los epistemólogos llaman inconmensurabilidad en un desacuerdo y que el relativista explota a su favor. El relativista entonces sostiene que los desacuerdos bisagra son inconmensurables. Y esto justamente es lo apabullante del relativismo: si los desacuerdos bisagra son inconmensurables, ¿qué nos queda? ¿Golpearnos y dominarnos los unos a los otros hasta que la fricción y el conflicto, de alguna manera, desaparezcan? Los epistemólogos, de bisagra y otras estirpes, se rehusan a aceptar esta opción.
El epistemólogo de bisagra debe entonces mostrar que los desacuerdo bisagra son epistémicamente resolubles; que son conmensurables; que hay un hecho objetivo y neutral mediante el cual uno puede determinar que el justificado en este desacuerdo es Galileo. Pero el epistemólogo de bisagra está en aprietos aquí, porque recuérdese que él o ella sostiene que las bisagras son, por definición, injustificables. Galileo justifica que la Tierra se mueve al usar la bisagra Observación. Supongamos que Belarmino le cuestiona su uso de Observación en este asunto en particular —quizá Observación funciona en asuntos mundanos, pero no en asuntos que implican el movimiento de cuerpos celestes—. ¿Podría Galileo justificar Observación? No es tan fácil, porque para justificar Observación presuntamente habría que apelar a factores que de antemano suponen la validez de Observación. Esto es, sería un intento de justificación circular; y circular aquí significa que no es efectivo. Por eso el desacuerdo bisagra pone la epistemología de bisagra en riesgo de colapsar en relativismo: la premisa de que parte la epistemología de bisagra (que uno no puede justificar las propias bisagras) es caldo de cultivo de la inconmensurabilidad.
El artículo entonces explora y discute dos posiciones influyentes en epistemología de bisagra que pretenden cerrarle la puerta al relativista y dar paso a la conmensurabilidad: la teoría doxástica de Annalisa Coliva (2015) y la teoría no doxástica de Duncan Pritchard (2015). Yo muestro por qué estas teorías no suponen respuestas definitivas al relativismo. La primera es doxástica porque afirma que nuestras actitudes hacia las bisagras es de aceptación: uno acepta que el mundo exterior existe porque uno actúa como si uno de antemano aceptara que existe. Esta teoría pretende desinflar el relativismo al decir que Revelación no es realmente una bisagra que Belarmino acepte. Puesto que Revelación supone el uso de otras bisagras —por ejemplo, Belarmino no podría leer e interpretar la Biblia sin de antemano usar sus sentidos y razonar de acuerdo a reglas como Modus Ponens— se sigue que Revelación no es una bisagra. Quizá, mantiene la teoría doxástica, Belarmino cree que la Biblia es una fuente confiable de información; pero si se trata de una creencia, entonces el desacuerdo es fácilmente resoluble y por tanto conmensurable. A Belarmino solo hay que darle la evidencia adecuada, de la manera adecuada, para dirimir la disputa de manera racional.
La teoría no-doxástica, por su parte, mantiene que nuestro compromiso con las bisagras no es sensible a consideraciones racionales; no aceptamos, ni creemos, las bisagras, porque ellas suponen cualquier capacidad de sensibilidad a razones. A diferencia de la teoría anterior, la teoría no-doxástica no niega que Revelación sea una bisagra. Pero lo que le permite a la teoría no-doxástica cerrarle la puerta al relativista es estipular la existencia de una super bisagra (uber hinge) que todos los sistemas epistémicos tienen en común: que uno no se considera a sí mismo radical y sistemáticamente equivocado en las propias creencias. Esta super bisagra la comparten Galileo y Belarmino; su conflicto yace en que ellos codifican la super bisagra de manera diferente: en forma de Observación (Galileo) o en forma de Revelación (Belarmino). La teoría no-doxástica entonces propone que el desacuerdo es racionalmente resoluble al apelar a la super bisagra: una de las partes, al apelar al trasfondo común provisto por la super bisagra, lleva la otra parte a recodificarla de modo tal que el desacuerdo desaparece. Luego, no hay inconmensurabilidad y la super bisagra permite cerrarle la puerta al relativista.
A pesar de su plausibilidad, yo intento mostrar que ambas teorías, tomadas de manera independiente, son insuficientes para responderle al relativista. Puntualmente, argumento en favor del relativista que la teoría doxástica no proscribe de manera definitiva que Revelación sea una bisagra; Belarmino, al fin y al cabo, actúa como si Revelación fuera válida, lo cual no depende de su aceptación de otras bisagras. Por su parte, es difícil para la teoría no-doxástica responderle al relativista cuando solamente las creencias, y no las bisagras, son sensibles a razones. Tan pronto como nuestro compromiso con las bisagras sea no-racional, el relativista tendrá margen de maniobra para alegar que cualquier resolución de un desacuerdo como el de Galileo y Belarmino es o racionalmente irresoluble o construido de manera engañosa para favorecer una postura anti relativista.
Yo defiendo entonces que la mejor manera de responderle al relativista es tomando lo mejor de ambas teorías. Mi propuesta entonces es una teoría epistémica mínima de bisagras. Es epistémica porque, a diferencia de la teoría no-doxástica, yo sostengo que las bisagras son sensibles a razones; de esta teoría yo salvo la idea de una super bisagra que es común a todos los sistemas epistémicos. De la otra rescato la idea de que la actitud hacia las bisagras es como la de una creencia. La respuesta al relativismo que surge de esta teoría híbrida mantiene que un desacuerdo bisagra es racionalmente resoluble cuando por medios racionales (evaluación de la evidencia disponible sobre el asunto en disputa; comparación de la evidencia disponible en diferentes disciplinas que pueda ser relevante para el asunto en cuestión) una de las partes se da cuenta de que está en riesgo de violar la super bisagra. En otras palabras, un desacuerdo es racionalmente resoluble cuando la parte injustificada, mediante el uso de sus propias bisagras, está en una situación en la que a menos que dirima la disputa y dé el brazo a torcer tendrá que considerarse a sí misma como radical y sistemáticamente equivocada en todas sus creencias. Esta es plausiblemente la situación de Belarmino. Creer que la Tierra permanece inmóvil en el centro no solamente contradice la evidencia de Galileo, sino también la evidencia disponible en otras empresas epistémicas tales como la óptica y la geometría. Puesto que creer que la Tierra permanece inmóvil no tiene por qué llevar a Belarmino a negar la validez del conocimiento provisto por esas otras disciplinas, Belarmino debe: o reconfigurar su super bisagra de modo tal que él abandona su compromiso con Revelación o asumir las consecuencias de considerar que sus prácticas epistémicas, dado su compromiso con Revelación, implica que él está radical y sistemáticamente equivocado en su sistema epistémico. Puesto que este proceso es racional y disponible para Belarmino, no hay riesgo de motivar la inconmensurabilidad o la justificación circular. Este es el núcleo de la solución que ofrezco dentro de la epistemología bisagra para cerrarle la puerta al relativista.
Referencias
Coliva, A. (2015). Extended rationality: A hinge epistemology. Houndsmill, Basingstoke: Palgrave MacMillan.
Pritchard, D. (2015). Epistemic Angst: Radical Skepticism and the Groundlessness of Our Believing. Princeton, NJ: Princeton University Press.
Wittgenstein, L. (2000). Sobre la certeza. Barcelona: Gedisa.