Juan David Cartagena
david.cartagena@udea.edu.co
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia
El constructivismo social, de la mano de la sociología del conocimiento científico, ha ganado terreno a la hora de abordar y explicar no solamente los aspectos “externos” de la actividad científica, sino también sus aspectos “internos”. En este sentido, los sociólogos, al invadir el terreno otrora de la epistemología, pueden y, de hecho, deben explicar la génesis social de las distintas entidades y conceptos científicos, tales como las bacterias, los quarks y los neutrinos. Una de las expresiones más famosas de dicho constructivismo es la de Bruno Latour, quien argumentó que Ramsés II no había muerto de tuberculosis, ya que atribuir a un faraón una enfermedad “construida socialmente” en 1882 es un anacronismo:
The attribution of tuberculosis and Koch’s bacillus to Ramses II should strike us as an anachronism of the same caliber as if we had diagnosed his death as having been caused by a Marxist upheaval, or a machine gun, or a wall Street crash (Latour, 2000, p. 248).
Dicha postura levantó innumerables críticas y respuestas por parte de autores cercanos a la tradición analítica y a la epistemología tradicional de la ciencia (cf. Searle, 2009; Boghossian, 2009; Sokal & Bricmont, 1999), donde, por lo general, se acusa a la inclusión de los aspectos sociales y su alcance explicativo como culpables de tal constructivismo radical. Así pues, cobra relevancia la pregunta: ¿es posible una filosofía de la ciencia capaz de integrar los aspectos sociales involucrados en la actividad científica y, al mismo tiempo, conservar la objetividad de las ciencias y sus referentes? Para abordar esta pregunta, retomaré brevemente la respuesta de la teoría del cierre categorial de Gustavo Bueno a partir de su concepción de la ciencia y su teorización sobre el estatuto ontológico de las entidades científicas (1992).
La teoría del cierre categorial reconoce que la sociedad determina el alcance de las ciencias. Basta constatar, por ejemplo, cómo el contexto de La Segunda Guerra Mundial determinó en buena medida el surgimiento de la física nuclear, y cómo la exploración espacial fue producto de las tensiones políticas entre Estados Unidos y la Unión soviética. En otras palabras: la sociedad delimita el alcance ontológico y los programas de investigación en ciertos contextos, pero no por ello el valor de verdad es relativo a los aspectos sociales. La construcción social sólo es tal en un sentido trivial y secundario, pues primariamente las entidades científicas como los quarks y los neutrinos son construcciones materiales. Lejos de una concepción teoreticista, la teoría del cierre categorial no concibe la ciencia como meras teorías, sino que reconoce el carácter central de la actividad manual de los agentes y sus aparatos (Bueno, 1995). La ciencia, antes que teoría, es fundamentalmente una actividad de interventoría en el mundo. Por tanto, la teoría del cierre categorial aboga por una filosofía experimentalista de la ciencia en tanto los científicos son agentes operatorios que manipulan y transforman el mundo a través de sus operaciones y ayudados por sus aparatos y máquinas (cf. Hacking, 1996). Desde las coordenadas de esta teoría, el análisis de la química pone de manifiesto dicho carácter transformativo y experimental de la ciencia:
Para conocer científicamente hay que transformar el mundo en una probeta o en un ciclotrón. La genética o la física son, en esencia, tecnociencias. Así también, por ejemplo, la química, lejos de ser una yuxtaposición de teorías y proposiciones, constituye un campo material, con una serie de operaciones fisicalistas propias (calentar, enfriar, destilar, filtrar, decantar, centrifugar, &c.) desplegadas con ayuda de diversos instrumentos sobre ciertos términos característicos (ácidos, bases, sales, hidratos, óxidos, &c.), que va cerrándose en torno a unos principios (el principio de Lavoisier, el de Dalton, el de Proust, &c.) y a unos teoremas (acerca de la oxidación reducción, el intercambio de valencias, &c.), y al que hoy podemos referirnos rápidamente señalando la tabla periódica y los compuestos formados por sus elementos (Casado, 2010, p. 443).
El caso de la química ejemplifica en qué sentido se habla de construcción material, pues son las operaciones fisicalistas las que permiten estructurar los teoremas y principios en la ciencia. De este modo, las entidades científicas como los microbios, el bacilo de Koch, los neutrinos solares, el plutonio-239, los positrones y el cobalto son construcciones materiales, o, mejor dicho: “hiperrealistas”, es decir, más que representaciones isomórficas del mundo, son producto de las prácticas interventorias de los agentes a través del uso de máquinas y de aparatos que modifican la naturaleza. ¿De qué otra forma tendríamos acceso a tales entidades si no es a través de los aceleradores de partículas, microscopios electrónicos, tubos de rayos catódicos, etc? Se trata, entonces, de un constructivismo no social, sino materialista. La construcción no es con materiales sociales, intereses, prestigio, etc., sino a partir de materiales físicos: máquinas y aparatos (Casado, 2004). En estos términos, resulta posible explicar el carácter objetivo de las ciencias. Si bien la física nuclear fue producto del contexto de La Segunda Guerra Mundial, hoy en día es completamente independiente de ese contexto, al igual que los desarrollos astronómicos, productos de la exploración espacial, están completamente segregados de la sociedad en cuanto a su estatus ontológico y epistémico. Una vez elaboradas esas “hiperrealidades”, se separan de su contexto social y las predicamos como parte constitutiva de la ontología del mundo.
En suma, la teoría del cierre categorial se plantea como una filosofía de la ciencia que hace frente al constructivismo social radical, para este fin asume un constructivismo materialista de las entidades científicas y una filosofía experimentalista para entender la práctica científica. Su novedad radica en reconocer que sí hay construcción social en la práctica científica, pero solamente en un sentido secundario. Primariamente, la ciencia y el mundo que ella configura son productos de la intervención y modificación de los científicos con ayuda de aparatos y máquinas.
Referencias:
Boghossian, P (2009). El miedo al conocimiento (F. Morales, Trad.). Alianza.
Bueno, G. (1992). Teoría del cierre categorial. Introducción general. Siete enfoques en el estudio de la ciencia, vol. 1. Pentalfa.
Bueno, G. (1995). ¿Qué es la ciencia? La respuesta de la teoría del cierre categorial. Pentalfa.
Casado, C. (2004). Hiperrealismo materialista. El catoblepas. Revista crítica del presente. http://www.nodulo.org/ec/2004/n023p13.htm
Casado, C. (2010). La ciencia y el relativismo. Una apología materialista de la razón. En J. Maestro & I. Enkvist (Ed.), Contra los mitos y sofismas de la «teoría literaria» posmoderna. (pp. 441-458). Academia de Hispanismo.
Hacking, A. (1996). Representar e intervenir (1.a edición; S. Martínez, Trad.). Paidós.
Latour, B. (2000). On the partial existence of existing and nonexisting objets. En L. Daston (Ed.), Biographies of scientific objects (pp. 247-269). Chicago University Press.
Searle, J. (2009). Why should you believe it? The New York Review of Books. https://www.nybooks.com/articles/2009/09/24/why-should-you-believe-it/.
Sokal, A., & Bricmont, J. (1999). Imposturas intelectuales (J. Vilaplana, Trad.). Paidós.