Santiago Agudelo
santiago.agudelo12@udea.edu.co
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia
Durante toda la vida se presentan incontables experiencias, tales como sabores, olores, dolores, pensamientos y emociones. De todas ellas, se dice que son producidas por el cerebro, sin embargo, no resulta claro cómo este órgano de naturaleza física articula hasta el más etéreo de los sucesos que se presentan en la mente (Chalmers, 2016) ni cómo de manera concomitante esas experiencias cuentan con propiedades de carácter inefable, subjetivo, privado y directamente aprehensibles por los agentes cognitivos (Dennett, 1985, en Ezcurdia y Hansberg, 2003). A la primera cuestión se le conoce como “el problema difícil de la conciencia”, a la segunda, como “el problema de los qualia” y, si bien ambas parecen dificultades distintas, en última instancia son dos caras de una misma moneda: el problema en torno a la naturaleza de la conciencia (De Brigard, 2017), por lo cual tomaré ambos términos —conciencia y qualia— como una y la misma cosa y, por ende, uno y el mismo problema.
Por lo general, los estudios científicos explican mediante un análisis funcional los procesos y mecanismos implicados en la percepción, la memoria y la conducta; pero esto no es suficiente para explicar la conciencia en la medida en que tales aspectos son transversales (Chalmers, 2016). La conciencia exige un análisis de aspectos subjetivos —de primera persona— que representan una brecha insalvable frente a las explicaciones fisicalistas que remiten a entidades objetivas —de tercera persona—; de ahí que sea el punto de inflexión más controversial del problema mente-cuerpo (Chalmers, 1999). Ante este vacío, se han propuesto tres alternativas clásicas (entre otras) que presentaré a continuación y discutiré luego brevemente.
La primera es la opción de Chalmers, según él, la conciencia no superviene lógicamente de lo físico porque es concebible un mundo idéntico al actual en donde existan todas las propiedades físicas y, sin embargo, no exista la conciencia —un mundo de zombies filosóficos —. No obstante, lo anterior no implica que esta sea totalmente independiente de lo físico, en efecto, hay rasgos físicos asociados a ella, como los procesos neuronales; el problema es explicar la conexión de ambas propiedades: las conscientes y las físicas. Por lo tanto, para Chalmers, es necesario determinar el conjunto de leyes naturales que rigen tal conexión, y así, establecer una ciencia de la conciencia unificada susceptible de vincularse con las demás ciencias naturales (Chalmers, 1999).
La segunda es la propuesta de Dennett, para él, lo que se denomina “conciencia” no se distingue de los artificios de un prestidigitador, pues es solo una ilusión pedestre que ha ganado lugar en el juego de la psicología popular y, dentro de ese ámbito, se le ha atribuido erróneamente un enorme poder explicativo, como ocurre cuando se dice que la erupción de un volcán es el resultado de su “ira incontenible”. Se considera que esa clase de atribuciones es un error porque el fin de cualquier teoría es determinar las leyes que rigen las relaciones causales entre un conjunto de fenómenos existentes, y, por ende, ningún hecho de carácter ficcional posee poder explicativo. Por lo tanto, para explicar los estados mentales es necesario establecer las relaciones causales entre las distintas instancias compuestas por entidades reales, en este caso, las estructuras cerebrales que constituyen un complejo sistema organizado análogo a las operaciones que realizan los programas computacionales avanzados (Dennett, 1995).
La tercera y última aproximación es la de Searle, según la cual no hace falta revestir con misterio a la conciencia, antes bien, “es un fenómeno biológico normal como la mitosis, la meiosis o la digestión” (Searle, 2004, p. 58); de igual manera, sostiene que su naturaleza subjetiva no la hace incognoscible, ya que la verdad o falsedad de los reportes proferidos por los agentes sobre sus experiencias privadas son corregibles e independientes de toda opinión personal, es decir, la dificultad asociada al análisis objetivo se resolvería en el ámbito del lenguaje a partir del análisis de la verdad o falsedad de las proposiciones que versan sobre las experiencias de los agentes particulares. Un ejemplo práctico de dicho análisis sucede cuando un oyente detecta en un hablante una conducta claramente celosa que el hablante, preso de su autoengaño, niega de modo intransigente (Searle, 2004).
Finalmente, compartiré una breve reflexión sobre las tres propuestas. Por una parte, considero que la opción de Dennett es viable pero sumamente cerrada, pues si bien sus argumentos acerca del carácter ficcional de la conciencia son sólidos, su afán por apagar el misterio lo lleva al nivel de un apologeta en donde expone su alternativa como la mejor entre todas las alternativas posibles. Por otra parte, creo que la propuesta de Searle muestra el final del camino esperado, uno en el cual la conciencia sea comprendida de manera general tal y como se comprenden los procesos orgánicos, no obstante, aún falta mucho camino por recorrer para llegar a un punto cercano; las dificultades metafísicas asociadas al debate entre dualistas y materialistas aun demandan atención en muchos detalles como para aceptar una postura deflacionista del problema. Entre tanto, Chalmers ofrece un balance entre las explicaciones científicas actuales de los procesos funcionales y la necesidad de ir más allá para tratar de resolver el problema de la conciencia, y eventualmente erigir una autentica teoría del todo, que incluya no solo las leyes de la cosmología y la mecánica cuántica sino también aquellas requeridas para una psicología completa (Chalmers, 2016). Por lo tanto, aun cuando el proyecto de Chalmers no tenga éxito, considero que parte de la actitud adecuada para abordar el problema: no lo elimina radicalmente ni tampoco lo naturaliza sin más, lo enfrenta con los recursos disponibles y lo integra a un diálogo con los avances científicos y filosóficos actuales.
Bibliografía
Chalmers (1999). La mente consciente. En busca de una teoría fundamental. Barcelona: Gedisa.
Chalmers (2016). El problema de la conciencia. Ciencia al viento, 16, p. 1-52. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
De Brigard, F. (2017). El problema de la conciencia para la filosofía de la mente y de la psiquiatría. Ideas y Valores, 66 (Sup. N.°3), p. 15-45. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
Dennett (1985). Quinear los qualia. En Ezcurdia y Hansberg. (2003). La naturaleza de la experiencia. Volumen. I: Sensaciones. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
Dennett (1995). La conciencia explicada. Una teoría interdisciplinar. Barcelona: Paidós.
Searle (2004). Mente, lenguaje y sociedad. La filosofía en el mundo real. Madrid: Alianza.