La introspección como método científico: un debate

Por: Elizabeth Cardona Muñoz
elizabeth.cardonam@udea.edu.co
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia

A diario proferimos incontables enunciados que pretenden comunicar diferentes aspectos de nuestra vida mental: “me duele el pie izquierdo”, “recuerdo cuando entré allí por primera vez”, “me siento un poco triste”, entre otros. Estos enunciados típicamente se encuentran expresados en los tiempos de la primera persona y se refieren a sensaciones, percepciones, emociones, imágenes mentales, creencias, entre otros. Tradicionalmente se ha adjudicado a estas aseveraciones un estatus epistémico bastante peculiar: son infalibles, incorregibles, indubitables y, hasta cierto punto, inefables. Piénsese en los ejemplos “me siento un poco triste” o “me duele el pie izquierdo”. Exceptuando la posibilidad de la mentira, la mera enunciación de estas ideas por parte de un sujeto es suficiente para garantizar su validez. No ocurre lo mismo si alguien más dice: “se siente un poco triste” o “le duele el pie izquierdo”; independientemente de si este es o no el caso, se exigirían justificaciones ulteriores para establecer la validez de la aserción: ¿qué comportamientos o evidencia hay a favor de ello? Aquí no parece que la mera emisión de los enunciados baste para garantizar su validez. Existe entonces una clara asimetría entre hablar de estados mentales en primera persona y hacerlo en tercera persona: las formas que asume la autoridad epistémica en cada caso son distintas. Esta asimetría epistémica ha sido profundamente importante en el desarrollo de la filosofía tradicional y, recientemente, en las discusiones acerca de la mente: ha sido un argumento frecuente a favor del dualismo (existe una sustancia mental que se conoce de forma radicalmente diferente al modo en que se conoce la material), ha servido como una suerte de criterio de demarcación entre los métodos científicos y no-científicos (todo enunciado que posea el estatus epistémico de los enunciados de tercera persona es susceptibles de ser científicos, mientras que los de la primera persona no lo son), y recientemente se ha constituido en sí mismo como tema de un debate metodológico para el conocimiento de la mente (dada la gran cantidad de datos objetivos que se han acumulado en el estudio de la mente ¿es o no apropiado usar la introspección como método para conocer la mente?).

Hay quienes sostienen que un enfoque subjetivo es imprescindible para conocer la mente, en tanto que su fundamento son las experiencias directas que tenemos de nuestra vida mental y prescindir de esto es prescindir también de este vínculo directo (Chalmers, 2010; Nagel, 1974). No obstante, hay quienes se resisten a otorgarle un lugar tan prominente a la introspección y los resultados arrojados por ésta a la hora de construir una ciencia de la conciencia (Churchland, 1981; Dennett, 2005). Una estrategia de los detractores del enfoque de primera persona consiste en atacar cada una de las características epistémicas que parecen otorgarle privilegio a la introspección: fenómenos como el blindsight o los llamados “mensajes subliminales” ponen de relieve que lo que un sujeto afirma acerca de sus propios estados mentales puede entrar en conflicto no sólo con lo que sucede a nivel cerebral, sino también, con sus comportamientos. Así, los enunciados en primera persona no sólo pueden ser puestos en duda, sino que también son falibles y corregibles. Otro argumento consiste en sostener que el privilegio del que gozan las aseveraciones en primera persona es meramente aparente: Dennett (2005) afirma, por ejemplo, que la gran mayoría de las aseveraciones en primera persona acerca de los estados mentales son un resultado de “[…] our huge supply of shared, public, objective representations of the streams of consciousness of other folks, real or fictional”. Esta actitud encuentra eco en autores como Paul Churchland (1981), quien sostiene que la existencia de tales afirmaciones es un resultado del armazón conceptual marcadamente dualista bajo el cual se ha comprendido la mente en occidente y que un cambio de paradigma conllevaría también la desaparición de esta clase de enunciados.

Al primero de estos argumentos podría responderse señalando que parece haber en juego dos concepciones bastante distintas de lo que es la conciencia: para los detractores de la introspección, la conciencia está íntimamente ligada a su contenido. Así, si un sujeto cree ser consciente de algo que no fue realmente percibido o, por el contrario, no es consciente de haber percibido algo que en efecto lo fue, esto cuenta como evidencia para decir que (a) la introspección no es un método confiable para entender nuestros estados mentales, (b) los enunciados en tercera persona no gozan de un estatus epistémico privilegiado. Sin embargo, un reduccionista podría distanciarse de este análisis arguyendo que la noción de conciencia involucrada (si bien se encuentra relacionada con los contenidos) tiene que ver más bien con lo que Nagel (1974) llama “carácter subjetivo de la experiencia”. No importa si en el caso del blindsight o de los mensajes subliminales los sujetos son o no conscientes de haber percibido cierto contenido; ellos tienen determinada experiencia subjetiva que en sí misma merece ser explicada. Considérese el ejemplo anteriormente mencionado: “recuerdo cuando entré allí por primera vez”. Es altamente probable que dicho recuerdo sea inexacto e incluso que se encuentre equivocado en muchos aspectos, sin embargo, esto no contradice el hecho de que el sujeto está teniendo una experiencia cualitativa particular acompañada de imágenes y sensaciones particulares. El énfasis está puesto entonces en la fenomenología asociada al estado mental y no en su contenido. Este punto de discordia es particularmente difícil de dirimir en tanto que ambos bandos se adhieren a definiciones de la conciencia bastante disímiles. El segundo de los argumentos es más difícil de rebatir en tanto que es altamente especulativo. Para Churchland, por ejemplo, el desplazamiento del dualismo como paradigma para entender lo mental depende en gran medida de la posibilidad del desarrollo de una neurociencia completa. Descartar una u otra alternativa a priori, sobre la base de que la teoría rival tendrá mejores resultados a futuro, no es muy provechoso dado el carácter altamente contingente del desarrollo científico. Estos debates deben considerarse más bien como el escenario de maduración de una ciencia crítica, abierta a discutir los postulados que la fundamentan.

Biblografía

Chalmers, D. J. (2010). The Character of Consciousness. Oxford University Press.

Churchland, P. M. (1981). Eliminative materialism and the propositional attitudes. Journal of Philosophy 78 (February):67-90.

Dennett, D. C. (2005). Sweet Dreams: Philosophical Obstacles to a Science of Consciousness. MIT Press.

Nagel, T. (1974). What is it like to be a bat? Philosophical Review 83 (October):435-50.

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