Sebastian Villada Gómez
cannabistian@gmail.com
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia
Para comprender la forma en que la meditación puede ser útil en el estudio científico de la conciencia, podría resultar benéfico hacerse a una idea de la forma en que debe comprenderse la meditación. Puede encontrarse un gran número de tradiciones que hayan incluido la meditación entre sus prácticas, sin embargo, entre ellas pueden variar en su forma de concebir y practicar la meditación. Las formas de meditación que intentaré explicar en el siguiente texto son las enseñadas por la tradición budista theravada.
Dos son las formas básicas de meditación que se enseñan en la tradición theravada: samadhi (concentración) y vipassana (mindfulness). Si bien cada una de estas formas tiene un objetivo diferente, una y otra se complementan entre sí. El propósito de la meditación samadhi es entrenar la mente para pueda enfocarse atentamente en un objeto específico (la respiración, por ejemplo) y en esa medida poder examinarlo en detalle sin la distracción de un pensamiento recurrente o algún estímulo sensorial. Por su parte, en la meditación vipassana se busca observar en la experiencia individual la forma en que surgen, pasan y cesan los diferentes momentos de conciencia sin detenerse en ninguno en particular. Dichas formas de meditación también pueden comprenderse en términos más recientes como meditación de atención focalizada (focused atention meditation, FAM, samadhi) y meditación de monitoreo abierto (open monitoring meditation, OMM, vipassana) (Colzato et al. 2015). La primera (samadhi) sienta la base para la imperturbabilidad mental necesaria a la hora de observar atentamente la propia experiencia. Sobre vipassana, en la Encyclopedia of Buddhism, se dice que su objetivo “[…] es el desarrollo de la comprensión [insight] de la naturaleza de la realidad percibida a través de una amplia percatación [awareness] de la mente y el cuerpo. Se asume que el practicante ha aprendido la técnica de samadhi o meditación de concentración” (Irons, 2008:550). Así pues, según la tradición budista, la práctica de la meditación puede ayudarnos a adquirir una visión más clara de nuestra experiencia consciente.
Al pretender abordar el estudio de la conciencia desde una perspectiva de primera persona, surge la objeción de la poca confiabilidad de los reportes sobre nuestra actividad consciente. Y quizá no sea sin fundamento dicha objeción. No siempre somos capaces de dar cuenta acertadamente de las características de nuestra experiencia, y muchas de las veces en que notamos algún aspecto específico de la conciencia, nos es difícil reconocer qué tanto de eso que juzgamos en nuestra experiencia está determinado por nuestros deseos, miedos, prejuicios o demás sesgos cognitivos o emocionales que tengamos en un momento dado. Sin embargo, ¿habremos de estar condenados a no poder conocer confiablemente nuestra experiencia? ¿Es sólo la introspección la que está sujeta a dicha falibilidad o el sesgo también se extiende a los demás aspectos de la conciencia? Al parecer, la recolección de datos de tercera persona es la manera más confiable de construir un conocimiento objetivo de lo que pueda ser la conciencia. Aunque desde esa perspectiva parece olvidársenos que el análisis e interpretación de toda esa información de tercera persona debe hacerse en primera persona. En vez de asumir sin más que la información subjetiva de la conciencia es poco confiable, deberíamos preguntarnos por qué es lo que hace dudosa esa información de primera persona y a su vez buscar la forma en que podamos acceder a esa información y reportarla de manera más confiable.
Estudios recientes (Garrison et al. 2013, Colzato et al. 2015, Baird et al. 2014) dan cuenta de la forma en que la práctica de la meditación tiene una incidencia positiva en la capacidad de monitorear los propios estados mentales (Baird et al. 2014). También han mostrado que algunas prácticas de meditación provocan una reducción de actividad en algunas zonas del córtex cingulado posterior asociadas con la experiencia subjetiva del pensamiento recurrente (Garrison et al. 2013). Así como unos lentes empañados no permiten ver con claridad lo que se haya delante, una mente que se distrae con facilidad no está en condiciones de reconocer acertadamente lo que pasa en ella. Si el propósito es construir una ciencia de la conciencia, y en esta ciencia hay lugar para la información de primera persona, entonces sería coherente escuchar lo que tenga para decir una tradición que, por 25 siglos, ha usado la introspección para dar cuenta de los aspectos que constituyen la experiencia individual.
Si lo que propone el budismo es cierto y con la meditación podemos mejorar nuestras habilidades cognitivas para discernir las características subjetivas de la conciencia, entonces este conocimiento podría servirnos de apoyo para establecer conexiones entre la actividad en ciertas regiones del cerebro y las diferentes formas de conciencia.
Bibliografía
Barendregt, H. (2006). The Abhidhamma Model of Consciousness and some of its Consequences. Buddhist Psychology: Practice, Research & Theory.
Baird, B. et al. (2014). Domain-Specific Enhancement of Metacognitive Ability Following Meditation Training. Journal of Experimental Psychology, 143(5), 1972–1979.
Bodhi, B. (Ed.). (1999). A Comprehensive manual of Abhidhamma. Onalaska: Buddhist Publication Society.
Buddhagosa, B. (1999). The Path of Purification (Visuddhimagga). Onalaska: Pariyatti Publishing.
Colzato, L. S. et al. (2015). Meditation-induced states predict attentional control over time. Consciousness and Cognition(37), 57- 62.
Irons, E. A. (2008). Encyclopedia of Buddhism. New York: Facts on FIle.
Garrison, K. et al. (2013). Real-time fMRI links subjective experience with brain activity during focused attention. NeuroImage(81), 110–118.
Kurak, M. (2003). The Relevance of the Buddhist Theory of Dependent Co-Origination to Cognitive Science. Brain and Mind, 4, 341–351.