Elizabeth Cardona Muñoz
elizabeth.cardonam@udea.edu.co
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia
En 1984 George Orwell (2014) describe a un gobierno totalitario que se sirve de la creación del newspeak (una lengua similar al inglés, pero excesivamente abreviada tanto en lo relativo a sus elementos estructurales como a su vocabulario) con el fin de ejercer control sobre el pueblo. La idea es que esta versión simplificada de la lengua no sólo evitaría la discusión de ciertas opiniones contrarias a los intereses del gobierno, sino también la perpetración de crímenes mentales (crimethoughts); éstos consisten en la posesión de pensamientos que el gobierno ha determinado como ilegales. Se espera entonces que la reducción de elementos lingüísticos, como la sintaxis o el vocabulario, genere una limitación del pensamiento. La tesis que se esconde tras la ideación orwelliana del newspeak identifica el pensamiento con el lenguaje: todo lo que se piensa, se piensa con palabras.
Esta postura no ha sido ajena a la filosofía; por el contrario, ha sido sostenida por pensadores tan diversos como Descartes, Hegel, Peirce, Wittgenstein o Merlau-Ponty. Incluso un autor como Vygotsky, quien sostenía que lenguaje y pensamiento son independientes tanto en su génesis como en su desarrollo, otorga una connotación negativa a tal independencia a la vez que evalúa favorablemente el pensamiento lingüístico (es decir, la intersección de ambas esferas): “El pensamiento nace a través de las palabras. Una palabra sin pensamiento es una cosa muerta, y un pensamiento desprovisto de palabra permanece en la sombra” (Vygotsky, 2013). Cabe resaltar que, al sostener esta tesis, se ha tenido en mente una concepción particular de pensamiento: el pensamiento consciente. Ahora bien, la identidad lenguaje-pensamiento ha sido sugerida a los filósofos sobre todo por dos cuestiones: en primer lugar, por el hecho de que el ser humano (animal racional y cosa pensante por excelencia) sea la única especie entre los seres vivos que cuenta con un sistema simbólico de representación y comunicación altamente refinado y autónomo, y, en segundo lugar, por la aparente imposibilidad de identificar e individuar en nuestra experiencia personal pensamientos que no se encuentren expresados por palabras. Recientemente ambas ideas han sido ampliamente controvertidas.
El primer punto ha sido puesto en cuestión al sugerir que, por ejemplo, en algunas especies animales pueden encontrarse indicios de cierta capacidad para formar conceptos abstractos (como “similar” o “disimilar”), generar categorías (agua, árbol, hombre), o formular principios generales en contextos determinados y con el fin de solucionar ciertos problemas. También se han observado comportamientos bastante similares a la producción lingüística humana en animales como primates o loros (Maier, Pérez, & Colell Mimó, 2001). Todo esto indica no sólo que es posible atribuir pensamiento consciente, incluso en ausencia de un lenguaje, sino también que la coincidencia entre pensamiento y lenguaje es, en cierto sentido, arbitraria. Sin embargo, la evidencia a favor de estas afirmaciones no es concluyente, puesto que es difícil determinar hasta qué punto los comportamientos animales que permiten inferirlas son casos de genuina producción lingüística y posesión de conceptos o si, más bien, son resultados de la mera imitación o instrucción.
Ahora bien, la segunda cuestión ha sido objeto de críticas más contundentes. Se ha encontrado que las lenguas de señas comparten con las lenguas orales todos sus rasgos relevantes. Así, por ejemplo, ambos tipos de lengua tienen en común aspectos estructurales (sus propiedades sintácticas), genéticos (en ambas se presentan trastornos cuando hay mutaciones en el gen FOXP2), neurológicos (en ambas se presentan afasias cuando hay daños en las áreas de Broca y/o Wernicke) y sociales (son adquiridas por comunidades enteras de manera similar). En conclusión, ambos tipos de lenguas presentan más continuidades que discontinuidades. La única diferencia sustancial entre ambas consiste en el vehículo que cada una de ellas emplea: la lengua de señas posee una modalidad gestual-visual, mientras que la lengua oral presenta una modalidad auditiva-oral (Reyes, 2007). Platón se anticipó a esta crítica, constituyéndose así como una notable excepción en la historia de la filosofía: “si no tuviéramos voz ni lengua y nos quisiéramos manifestar recíprocamente las cosas, ¿acaso no intentaríamos, como ahora los sordos, manifestarlas con las manos, la cabeza y el resto del cuerpo?” (Platón, Crátilo, 422e).
La neurociencia ha mostrado además que, en casos de afasia, los individuos mantienen intactas sus capacidades cognitivas no-verbales, lo cual insinúa que gran parte de nuestros pensamientos conscientes no poseen necesariamente un carácter lingüístico. Esto se ha logrado determinar gracias a que algunos pacientes afásicos mantienen un alto rendimiento en los test de Coeficiente Intelectual que evalúan capacidades cognitivas no-verbales, y (según el testimonio de pacientes que han logrado recuperarse parcial o totalmente de su condición) son capaces de ordenar ideas, recordar episodios, rechazar ciertas opiniones, etc. En últimas, los afásicos piensan aun cuando no puedan procesar ni generar discursos verbales o escritos (Laplane, 2000).
En la actualidad, el debate parece decantarse entonces a favor de la tesis de que pensamiento y lenguaje son elementos totalmente independientes y que, además, el procesamiento y generación de información de carácter simbólico depende de sistemas cognitivos anteriores y más generales, es decir, de pensamiento no-lingüístico. A pesar de esto, la discusión no se ha cerrado definitivamente: salvo los casos “excepcionales” de los afásicos y las lenguas de señas, es difícil encontrar introspectivamente casos en los que se pueda identificar con claridad un pensamiento consciente que no sea lingüístico. Considero que esta disparidad entre la evidencia científica y la evidencia personal a la que apela la filosofía no hace más que apuntar a un campo de investigación que quizá sea más interesante que decidir acerca de la independencia o dependencia de pensamiento y lenguaje; esto es, la interacción y retroalimentación que pueda existir por parte del lenguaje hacia nuestras capacidades cognitivas más generales.
Referencias
Laplane, D. (2000). Controversia: ¿Existe pensamiento sin lenguaje? Mundo Científico, 20(208), 62–67.
Maier, R., Pérez, A., & Colell Mimó, M. (2001). Comportamiento animal: un enfoque evolutivo y ecológico. Madrid: McGraw Hill.
Orwell, G. (2014). 1984. Arcturus Publishing.
Platón (1987). Crátilo. En: C. Ruiz, E. Acosta, F. Olivieri, J. Calvo (trads.), Diálogos II Gorgias, Menéxeno, Eutidemo, Menón, Crátilo (339-461). Madrid: Gredos.
Reyes Tejedor, M. (2007), «Sobre el estatuto lingüístico de las lenguas de señas», en Philologia Hispalensis, Sevilla: Universidad de Sevilla, 21, pp. 1-19.
Vygotsky, L. S.. 1(982). Pensamiento y lenguaje. Editorial Pedagógica, Moscú.