Daniel Mejía
s.mejia.daniel@gmail.com
Instituto de Filosofía
Universidad de Antioquia
El inicio de los años 90 trajo consigo uno de los debates académicos más comentados en los medios y las universidades del mundo. El auge del llamado “posmodernismo” llamó la atención de científicos que decidieron divulgar su rechazo ante las nuevas tendencias académicas que buscaban parecer científicas fraudulentamente. El rechazo más controversial y emblemático del debate fue el el famoso “Escandalo Sokal”. Para resumir el episodio, Sokal anuncia que su artículo Transgressing the boundaries: toward a transformative hermeneutics of quantum gravity (1996), publicado en la revista “posmoderna” Social Text, no es más que un fraude intelectual para mostrar la falta de rigurosidad de la revista y la facilidad con la que se puede aceptar algo que no tiene sentido, pero parece ser ciencia. Como réplica a tal rechazo, diversos estudiosos interesados en la ciencia se animaron a mostrar que los científicos podían no acertar al momento de reflexionar sobre su propia actividad.
A partir de estas publicaciones, surge un debate que Andrew Ross parece haber bautizado bajo el nombre de “Las guerras de la ciencia” (Science Wars) en 1995. Ha sido usual mostrar a los implicados en el debate como dos bandos enemigos que pelean por tener la razón. Se ha presentado la discusión en términos de “racionalistas contra irracionalistas o románticos”, “modernos contra postmodernos”, “ciencia reaccionaria contra izquierda académica”, “científicos contra humanistas” o como una guerra entre unos que “creen en la verdad y en la racionalidad mientras que otros las niegan” (Álvarez, 2005, p. 14). También se han presentado dos publicaciones bandera de cada uno de “los bandos”. De un lado, se presenta The Golem: what everyone should know about science (1993), publicado por Harry Collins y Trevor Pinch. De otro lado, “Paul Gross y Norman Levitt publicaron lo que se puede llamar como el manifiesto de guerra de los intelectuales ortodoxos y conservadores norteamericanos: Higher superstition: The academic left and its quarrels with science (1994)” (Cfr. Blanco, 2001, p.131).
Denominar estas publicaciones como manifiestos de guerra de cada bando apoya la comprensión del debate como uno bilateral. No obstante, independientemente del número de etiquetas que puedan usarse para promocionar o describir “las guerras”, es extremadamente simplista afirmar que existieron únicamente dos bandos implicados. Si se quiere seguir con la metáfora de la guerra, es posible afirmar que uno de los rasgos característicos de esta es precisamente la diversidad de soldados y tropas implicadas. Para entender mejor esta diversidad, es útil remitirse a dos escenarios de debate o zonas de combate que se destacan en las guerras.
El primero escenario tuvo el título “Science and Its Critics”, fue llevado a cabo en University of Kansas en 1997. Este evento fue el primer espacio académico que reunió a las partes en disputa para realizar una conversación productiva. El evento es importante, puesto que sirvió de base para la compilación de una obra titulada After The Science wars (2001). El segundo evento fue llamado “Science Peace Workshop”, fue organizado por Harry Collins en Southampton University en julio de 1997. Este espacio también fue la base para la publicación de The one culture?: a conversation about science (2001).
Las dos publicaciones mencionadas suelen considerarse como el fin de Las guerras las ciencias, incluso lo editores de ambas obras consideran que estas deben entenderse como un “proceso de paz de la ciencia”, o unas “conversaciones de paz”. Así, estas obras son la muestra de que puede argumentarse tranquilamente e intentar construir o apreciar las distintas perspectivas a pesar del desacuerdo. Más importante aún, son muestra de la diversidad de disciplinas a las que se inscriben sus colaboradores.
En la primera publicación puede identificarse en primer lugar a los científicos “fuertes”, que se adscriben a los campos de la física, la astronomía y las matemáticas (Baringer; Ashman; Melott; Park; Sokal; Stolzenberg; Thompson). En segundo lugar, las ciencias sociales son representadas por Ann E. Cudd, especialista en feminismo. En tercer lugar, se encuentran los sociólogos Smith y Fuller, interesados en los llamados STS -Estudios sobre ciencia tecnología y sociedad-, o STIS – Estudios sobre ciencia tecnología e innovación-. En cuarto lugar, se encuentra Gunn, un escritor de ciencia ficción que dramatiza la relación entre las culturas de la ciencia y la literatura en una pequeña historia. En quinto lugar, se encuentra Sardar, especialista en pensamiento musulmán y ciencia islámica. Por último, es importante mencionar un texto que es la muestra de la construcción conjunta de disciplinas distintas, escrito en coautoría por Thompson (Física), Wayland (Neurología), Speer (Psicolingüística), y Shank (Estudios culturales).
Con respecto a la segunda publicación es necesario anotar que sus editores tuvieron la intención de diferenciar dos enfoques distintos y enfrentados: el de la SSK -sociología del conocimiento científico-, y el de la física. Así, bajo estas dos “disciplinas” parecen agrupar a los autores que colaboraron en el libro. Sin embargo, a partir de los mismos perfiles de los autores puede entenderse, de nuevo, que no es tan sencillo hablar de “dos bandos” enfrentados en el debate. Así, es posible resaltar por lo menos tres disciplinas definidas y otras dos ciertamente indefinidas. Las primeras son la física (Saulson; Bricmont; Sokal; Mermin; Weinberg); la sociología (Pinch; Collins) y la historia (Shapin; Dear). Las segundas se tratan de, o bien científicos de profesión que se ocupan de temas relacionados con la educación (Wilson & Barsky), o teóricos de distintos campos adscritos a los STS y STIS (Labinger; Gregory; Lynch; Miller)
De acuerdo con lo anterior, es correcto concluir que no puede hablarse de dos bandos involucrados en Las guerras de la ciencia. En primer lugar, la diversidad de ciencias impide que pueda afirmarse que de un lado se encontraban todos los científicos. Puede existir desacuerdo entre científicos de distintas ramas, y más aún, entre los “naturales” y los “sociales”. Así también puede encontrarse en el debate críticas hacia científicos de determinada rama por parte académicos formados en ciencia, que han dedicado parte de su labor académica a temas no técnicos como los STS, o la sociología o la historia de la ciencia (Shapin, Feyerabend, Kuhn, Labinger).
En segundo lugar, tampoco puede hablarse de una sola disciplina académica que agrupe a los demás participantes no científicos, sino que debe reconocerse un amplio espectro de disciplinas, tales como la historia, la filosofía, la sociología, las ciencias sociales, los estudios culturales, o los STIS. De estas disciplinas, tan solo los representantes de las primeras cuatro tienen una identidad profesional delimitada. Así, no es posible agrupar ni siquiera a estos académicos bajo el nombre de humanistas.
Por último, es necesario reconocer que el debate desbordó la esfera académica, personas de distintas profesiones y posiciones se expresaron frente a los temas que se comentaban en la academia. Así, distintos medios de comunicación se dedicaron a documentar los eventos y a publicar posiciones académicas dirigidas al público. Estas publicaciones hacen parte de la llamada “divulgación científica” -equivalente a la expresión en inglés “public understanding of science”- que buscaban ganar popularidad entre la sociedad. En este sentido, es posible afirmar que los soldados de Las guerras de la ciencia no debaten bajo una misma bandera, mucho menos se reconocen como iguales, aunque defiendan puntos de vista similares, por el contrario, son la muestra de la diversidad cultural reflexionando acerca de temas comunes.
Referencias:
- Álvarez, E. (2004) La guerra de las ciencias y la tercera cultura. Cinta de Moebio, Núm.19,
- Ashman, K. & Baringer, P. (Eds.) (2001) After the Science Wars. London, England: Routledge.
- Blanco, J. (2001) Guerras de las ciencias, imposturas intelectuales y estudios de la ciencia. Reis (94/01), pp. 129-152.
- Collins, H. & Pinch, T. (1993) The Golem: what everyone should know about science. New York, USA: Cambridge University Press.
- Gross, P. R. & Levitt, N. (1994) Higher superstition: The academic left and its quarrels with science. Baltimore, USA: Johns Hopkins University Press.
- Labinger, J. & Collins, H. (Eds.) (2001) The One Culture?: A Conversation about Science. Chicago, USA: The University of Chicago Press.