La eliminación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje: una mirada comparativa entre Wittgenstein y Carnap

Por Jhoan Sebastian David Giraldo

Wittgenstein ha sido uno de los pensadores más influyentes en la filosofía, especialmente analítica y de las ciencias, desde la publicación del Tractactus logico-philosophicus en 1921. Esta influencia en el Círculo de Viena no fue la excepción, el cual surge como respuesta al creciente pensamiento metafísico y teologizante en la ciencia y la filosofía. Su principal problema conceptual fue la eliminación de toda manera de pensar especulativa, o bien, de toda metafísica en los estudios científicos como lo declararían en su manifiesto de 1929. En este círculo, incluido Carnap, también podemos encontrar que también existe una necesidad de eliminar cualquier elemento metafísico del lenguaje como en Wittgenstein.

Así, es posible hallar diversos elementos en la filosofía de Carnap muy similares a la posición de Wittgenstein, por lo que se habla de una fuerte influencia de este sobre aquel (Reisch, 2009). Como sucede en el texto La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje de Carnap, en el cual se hallan ciertas similitudes en la idea de la eliminación de la metafísica del lenguaje con respecto al Tractactus logico-philosophicus de Wittgenstein. En principio se podría hallar un distanciamiento entre los textos, pero a lo largo de la lectura se empieza a ver cómo Carnap aborda este planteamiento retomando ciertos elementos que ya había abordado Wittgenstein en el Tratactus, aunque en algunos pareciera haber cierta divergencia.

Por lo tanto, ¿qué elementos similares podemos encontrar en el texto mencionado de Carnap –o que pareciese tomar– con respecto al Tratactus de Wittgenstein, en lo referido a la eliminación de la metafísica desde el análisis del lenguaje? Así pues, mostrar dicha similitud tomaré en simultque hay en la exposición de la eliminación de la metafísica del lenguaje de Carnap a través de análisis lógico del lenguaje con ciertos apartados que señalaré del Tractactus. Dicha expondré algunas ideas centrales que se refieren eliminación de la metáfisica del lenguaje que hace Carnap en el texto ya mencionado con apoyo de otros como La estructura lógica del mundo y pseudoproblemas en filosofía y El carácter metodológico de los conceptos teóricos, ambos del mismo autor. Pero de manera simultánea hago exposición comparada con el Tratactus y, de esta forma, llegar a mostrar qué hay de similar ambos autores, lo cual sugiere una infliencia de uno sobre el otro –de Wittgenstein sobre Carnap.

La superación de la metafísica: Carnap y Wittgenstein

Carnap (1981), en su trabajo La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje, afirma que las investigaciones de la lógica aplicada o de la teoría del conocimiento en la modernidad han conducido a las proposiciones de la ciencia a un resultado negativo y otro positivo. El positivo se da en el campo de la ciencia empírica, en la medida que “se esclarecen los conceptos particulares de distintas ramas de la ciencia, se explicitan tanto sus conexiones lógico-formales como epistemológicas” (Carnap, 1981, pág. 60). Y el negativo se da en el campo de la metafísica. El análisis lógico ha conducido a que las pretendidas proposiciones de la metafísica sean totalmente carentes de sentido. Así ha sido posible dar una respuesta nueva y más precisa al problema de validez y justificación de la metafísica, y el resultado de su eliminación de manera radical. Sin embargo, este planteamiento lo haces es con el objetivo de evitar este tipo de enunciados especulativos para el desarrollo de la ciencia, puesto que como no dicen algo sobre el mundo, no aportan nada nuevo sobre el mismo.

Wittgenstein estaría de acuerdo con esa idea de evitar los enunciados de la metafísica. Para caracterizar al mundo es necesario desligarse de todo elemento metafísico. Wittgenstein (2014) declara en el Tractatus logico-philosophicus que:

El objetivo de la filosofía es la clarificación lógica de los pensamientos. La filosofía no es una doctrina, sino una actividad. Una obra filosófica consta esencialmente de aclaraciones. El resultado de la filosofía no son proposiciones filosóficas, sino el que las proposiciones lleguen a clarificarse. La filosofía debe clarificar y delimitar nítidamente los pensamientos que, de otro modo son, por así decirlo, turbios y borrosos (4.112).

Es evidente que para Wittgenstein la filosofía es una actividad elucidante que procede mediante la aclaración de las proposiciones. A este no le convence la filosofía tradicional o metafísica clásica por su forma de usar el lenguaje para explicar contenidos esenciales. La explicación de la realidad a través de categorías creadas por la filosofía tradicional le parece un sin-sentido, en lugar de dar aclaraciones, estas pueden confundir más. De ahí que la filosofía no sea una doctrina que se expresa por medio de proposiciones filosóficas sino una actividad clarificadora de lo turbio y borroso.

Es cierto que Wittgenstein expresa la necesidad de un estado fijo de cosas de los hechos, pero no se puede reconocer el objeto por fuera del hecho. En el numeral 1.1 del Tratactus, este declara que el mundo es la totalidad de hechos y en el 4.121: “la proposición muestra la forma lógica de la realidad” (Wittgenstein, 2014). De esta forma, vemos que la proposición debe estar en relación directa con la realidad para que pueda decir algo acerca de esta. Además considera en el 4 que el pensamiento, en términos de lenguaje cuya única función lógica es figurar modelos, es la proposición con sentido, o como se menciona en el numeral 3.5, como signo proposicional usado. En esta medida, al igual que Frege y Russell, la proposición es entendida como función de verdad, bien de sí misma, bien de las otras (Muñoz & Reguera, 2014). Es importante tener en cuenta que las proposiciones solo son en sentido estricto modelos. Asimismo, al declarar que el mundo es la totalidad de hechos acepta que el hecho está, en última instancia, para la configuración del mundo, aunque se debe de reconocer que los hechos son entidades complejas. Por tanto, el objeto para Wittgenstein se puede concebir al margen de un hecho, y no es necesario ir más allá. Así es necesario que el lenguaje no pueda permitir remitirse a proposiciones de la metafísica puesto que es un absurdo siquiera pensarlas.

Una secuencia de palabras carece de sentido cuando, dentro de un lenguaje específico, no constituye una proposición. Aunque en ocasiones a primera vista puede suceder que esta secuencia de palabras parezca una proposición, a esto Carnap lo denomina pseudo-proposiciones. Mediante el análisis lógico, sostiene Carnap (1981), se ha revelado que las pretendidas proposiciones de la metafísica son realmente pseudoproposiciones. Pero hay dos géneros de pseudoproposiciones:

[…] aquellas que contienen una palabra a la que erróneamente se supuso un significado[1]; o aquellas cuyas palabras constitutivas poseen significado, pero que por haber sido reunidas de un modo antisintáctico no constituyeron una proposición con sentido (Carnap, 1981, p. 67).

Con respecto al primer género de pseudoproposiciones, si una palabra, en un lenguaje determinado, posee un significado usualmente se dice que designa un concepto, pero si esta significación es sólo aparente y en realidad no la posee, hablamos de un pseudoconcepto (Carnap, 1981). Originalmente cada palabra poseyó un significado, pero en el transcurso del desarrollo histórico una palabra cambia este con frecuencia. Pero también sucede que una palabra pierde su significado antiguo y no llega a adquirir uno nuevo, y así surge un pseudoconcepto.

Para Carnap (1981), saber si una palabra tiene significado debe ser analizado primero la sintaxis de la misma, es decir, como se presenta en la forma proposicional más simple en la que puede aparecer: proposición elemental[2]. De manera similar, Wittgenstein (2004) dice que “la totalidad de las proposiciones es el lenguaje” (4.001). De acuerdo a Tomasini (2011), sabemos a priori que tiene que haber proposiciones últimas, simples, inalcanzables. Y a estas las denominaría Wittgenstein como proposiciones elementales. Por ejemplo, la proposición elemental para la palabra ‘piedra’ es ‘X es una piedra’, y así podríamos designar una serie de cosas a las que se puede referir X.

Para la proposición elemental P que contiene a la palabra se debe dar respuesta, según Carnap (1981), a los siguientes interrogantes: 1) ¿de qué proposiciones es derivable P y qué proposiciones pueden derivarse de P?; esto se refiere a la forma correcta de formulación de la proposición; 2) ¿bajo qué condiciones P debe ser verdadera y bajo qué condiciones falsa?: esta es la formulación de acuerdo con la terminología de la lógica; 3) ¿cómo puede ser verificada P?: esto sería la formulación de acuerdo con la terminología de la teoría del conocimiento; y 4) ¿cuál es el sentido de P?: de acuerdo con la filosofía. Así tendría significado una palara en un lenguaje cualquiera.

La mayoría de las palaras de la ciencia, dice Carnap (1891), es necesario retrotraerlas para poder establecer su proposición elemental. Por ejemplo: “‘artrópodos’ son animales que poseen un cuerno segmentado con extremidades articuladas y una cubierta de quitina”. Así es resuelto el problema de la proposición elemental para la palabra ‘artrópodos’, pues de esta se puede decir que “la cosa X es un artrópodos”. Y se estipula que esta proposición debe ser derivable de proposiciones protocolares proposiciones de observación, la cuales son de la forma “X es un animal”, “X posee un cuerno segmentado”, “X posee extremidades articuladas”, y así sucesivamente, para que la palabra artrópodos adquiera su significado. Se ha establecido que una secuencia de palabras solo posee sentido cuando se han fijado sus relaciones de derivación de proposiciones protocolares, cualesquiera que puedan ser las características de estas. Similarmente, una palabra solo tiene significado cuando las proposiciones en las que puede aparecer son susceptibles de retrotraerse a proposiciones protocolares.

Se sabe que la proposición debe tener elementos debido a que, por un lado, un modelo tiene componentes que podrían haber sido dispuestos de otra manera, y situaciones reales que implican objetos que podrían haber sido dispuestos de otra manera y, por otro lado, los componentes de un modelo pueden estar correlacionados con objetos en la realidad (Morris, 2008). Esto considerando que las proposiciones son figuras de la realidad. Por tanto, para Wittgenstein “la proposición es una figura de un estado de cosas solo en cuanto está lógicamente articulada” (Tratactus, 4.032). De esta forma, la proposición es una cadena en la medida que está lógicamente articulada con otras proposiciones y de estas es posible derivar otras para una mejor comprensión de la misma.

De acuerdo al análisis de Carnap (1981), siendo a una palabra cualquiera y P(a) la proposición elemental en la que aparece, la condición necesaria y suficiente para que ‘a’ tenga un significado puede darse en cada una de las formulaciones siguientes: 1) que las notas empíricas de ‘a’ sean conocidas; 2) que haya sido estipulado de qué proposiciones protocolares es derivable P(a); 3) que las condiciones de verdad para P(a) hayan sido establecidas; y 4) que el método de verificación de P(a) sea conocido. Ahora vemos que muchos de los vocablos de la metafísica no satisfacen los requerimientos anteriores, por los que resultan carentes de sentido, pues obedecen a meras especulaciones, y permanecerá asignificativa mientras no le sea asignado su método de verificación (Carnap, 1981).

Las proposiciones descritas pierden su sentido al tener una o más palabras carentes de significado. Pero también están las pseudoproposiciones que constan de palabras con significado, pero reunidas de tal manera que el conjunto no tiene sentido. Tenemos el ejemplo “César es un número primo”. La secuencia de palabras es sintácticamente correcta, pero carece de sentido, pues “número primo” es un predicado de los números; no puede ser ni afirmado ni negado de una persona (Carnap, 1981). “A pesar de que aparenta ser una proposición no lo es, no declara nada, no expresa ninguna relación objetiva existente o inexistente. Por ello llamaremos a esta secuencia de palabras pseudoproposición” (Carnap, 1981).

Carnap agrega que en este caso no se debe procurar solo prestar atención al significado de cada palabra por individual para evitar los sin-sentidos, sino que también revela la importancia de atender a su orden sintáctico. En este sentido, si las proposiciones de la metafísica son pseudoproposiciones, “en un lenguaje construido de un modo lógicamente correcto la metafísica no podría expresarse” (Carnap, 1981, p. 75).

Sin embargo, ante esto Wittgenstein (2014) declararía en el numeral 4.02 que concibe que es posible, en su teoría de la proposiciones, que nosotros podamos comprender el sentido del signo proposicional sin que nos sea explicado. Si se comprende la proposición, entonces se comprende el estado de cosas representado por ella. Sin embargo, para comprender la proposición no es necesario que haya sido explicado su sentido. Es suficiente con que la proposición sea una figura de la realidad. Si las oraciones son figuras o modelos en el mismo sentido, el sin-sentido de una proposición –o, al menos, de una proposición la cual es una representación– debe ser independiente de si es verdadera (Morris, 2008). En este punto sí es posible notar un distanciamiento entre ambos autores.

Por otro lado, las proposiciones metafísicas tampoco podrían ser aceptadas como hipótesis de trabajo, pues para una hipótesis es esencial la relación de derivabilidad con proposiciones empíricas y ya hemos visto que las pseudoproposiciones carecen de esto (Carnap, 1981). Igualmente, Carnap tampoco considera que pueden plantear problema alguno para las ciencias empíricas: “si no puede especificarse el significado de las palabras o si la secuencia de éstas no concuerda con las reglas de la sintaxis, no estaremos planteando siquiera un problema” (Carnap, 1981, p. 78). Por cuestiones como esta es que Wittgenstein (2014), en el numeral 4.003, hace énfasis en lo que ya había dicho en el prólogo acerca de las cuestiones filosóficas. Para este la mayor parte de estas cuestiones no son falsas, o no tienen valor alguno, sino que son absurdas. Esto se debe a la incomprensión de la lógica de nuestro pensamiento. Por tanto, muchos de esos problemas no son realmente problema alguno al que se deba dar solución.

A lo anterior, agrega Carnap (1981), similar a Wittgenstein (Tratactus, 3.323-3.325), que quizá la mayoría de los errores lógicos cometidos cuando se confeccionan pseudoproposiciones se basan en las deficiencias lógicas que infectan nuestro lenguaje con el uso de la palabra ser. La deficiencia reside en la ambivalencia de la palabra ser. Esta se usa como cópula que “antecede a y se relaciona con un predicado”, y también para designar existencia, como yo soy. El error reside por el hecho de que los metafísicos tengan una idea clara de esta ambivalencia. Hay otro error que reside en la forma que adquiere dicha palabra en su significación de existencia: “esta forma verbal muestra ficticiamente un predicado donde no existe” (Carnap, 1981, p. 80). La lógica moderna ya introdujo el signo de existencia en una forma sintáctica tal, que este no pueda ser referido como predicado a un signo de objeto, sino solo a un predicado, por ejemplo: no hay –no existe– algo que esté afuera: .

Finalmente, Carnap explica que también hay una “especie de metafísica que, partiendo de la experiencia, pretendiera adquirir, por medio de inferencias especiales, conocimiento sobre algo que estuviera al margen o más allá de la experiencia” (Carnap, 1981, p. 83). Agrega que esto mismo sucede a toda filosofía de normas o filosofía del valor así como a la ética o la estética como disciplinas normativas. Esto es porque la validez objetiva de un valor o de una norma no puede ser verificable de manera empírica ni es deducible de proposiciones empíricas y, por eso no puede ser afirmada de ninguna manera. Asimismo, para Wittgenstein “es claro que la ética no se puede expresar” (Tratactus, 6.421), lo mismo que la estética, pues estas son trascendentales. La formulación de leyes éticas de la forma tú debes es un sin-sentido, en la medida que la consecuencia de estas leyes “no pueden ser acontecimientos. Pues debe haber algo de carácter justo en la formulación de la cuestión” (Tratactus, 6.422), pero debe encontrarse en la acción misma. Acorde con eso, no es posible conocer la voluntad del sujeto.

Conclusión

En consecuencia, pudimos ver que hay constante similitudes entre Wittgenstein y Carnap, no es de ninguna manera superficial. Parece haber una influencia muy profunda el primero sobre el segundo. En cuestiones como la concepción de la metafísica y su eliminación, las proposiciones, las formulaciones de la ética y la estética, entre otros, se pudo notar que hay varios elementos del Tractatus, que también encontramos en Carnap, y que quizá este se sirvió de aquel para la realización de su trabajo La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje.

Bibliografía

Carnap, R. (1981). La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje. En A. J. Ayer (Ed.), El positivismo lógico (L. Aldama, U. Frisch, C. N. Molina, F. M. Torner, & R. Ruiz Harrel, Trads., págs. 66-87). México: FCE.

Carnap, R. (2003). The logical structure of the world; and Pseudoproblems in philosophy. (R. A. George, Trad.) Chicago: Open Court.

Carnap, R. (2005). El carácter metodológico de los conceptos teóricos. En A. Pérez, & L. Olivé (Edits.), Filosofía de la ciencia: teoría y observación (págs. 70-115). México: Siglo XXI – UNAM.

Morris, M. (2008). Routledge Philosophy Guidebook to Wittgenstein and the Tratactus. Londres – Nueva York: Routledge.

Muñoz, J., & Reguera, I. (2014). Introducción. En L. Wittgenstein, Tratactus logico-philosophicus (págs. 9-50). Madrid: Alianza Editorial.

Reisch, G. A. (2009). Una introducción al empirismolo lógico y al movimiento de Unidad de la Ciencia en la Guerra Fría. En G. A. Reisch, Cómo la Guerra Fría transformó la filosofía de la ciencia. Hacia las heladas laderas de la lógica (D. Blanco, Trad., págs. 21-48). Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes.

Tomasini Bassols, A. (2011). Explicando el Tratactus: una introducción a la Primera Filosofía de Wittgenstein. Buenos Aires: Grama Ediciones.

Wittgenstein, L. (2014). Tractactus logico-philosophicus. (J. Muñoz, & I. Reguera, Trads.) Madrid: Alianza Editorial.

[1] Para Carnap, la palabra ‘significado’ debe tomarse siempre en el sentido de significado cognoscitivo, o sea designativo, referencial.

[2] La proposición elemental es la forma proposicional más simple en la que la palabra puede aparecer.

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