Por Óscar Andrés Piedrahita
Este texto expone la discusión entre Russell y Moore acerca del estatus de las creencias del sentido común. Intento mostrar cómo esa discusión es vacía en tanto ambos filósofos cometen errores: Moore usa equivocadamente las expresiones “saber” y “tener”; Russell malinterpreta una convención (‘no puedo saber si el otro siente dolor’) al usarla para expresar una proposición empírica.
I Russell y Moore
En el capítulo 3 de Los problemas de la filosofía, Russell concluye que la existencia de los objetos físicos es una hipótesis del sentido común, una creencia acerca del mundo exterior que sólo debe adoptarse por asuntos pragmáticos de simplicidad y coherencia. Según su argumentación, no hay contradicción lógica en creer que los objetos físicos no existen y que de lo único que hay certeza es de la existencia de mis datos sensoriales. Russell llega a esta conclusión a partir de su idea de que sólo tenemos acceso directo a nuestros datos sensoriales e indirectamente a los objetos físicos. Una de las consecuencias de esto es que sólo podemos creer (y no saber) que los demás seres humanos (y sus dolores y sentimientos) existen con independencia de nuestra mente.
Uno de los argumentos con que Moore se opone a esta conclusión en Defensa del sentido común es la siguiente. En primer lugar, Moore dice que sabe que tiene un cuerpo humano que es suyo. En segundo lugar, Moore dice que así como en su propio caso, cada uno de los demás seres humanos sabe que tiene un cuerpo humano que pertenece a cada uno de ellos. Al pasar de su propia persona al caso de los demás seres humanos, Moore pretende mostrar que las creencias del sentido común son verdaderas con toda certeza: “así como yo sé que muchos otros cuerpos humanos han vivido sobre la Tierra antes de mi nacimiento, del mismo modo cada uno de nosotros ha conocido que muchos cuerpos humanos han vivido antes sobre la Tierra” (Moore, 1983, 52).
La situación entre Russell y Moore es la siguiente: el primero afirma una tesis filosófica según la cual no podemos saber, sino tan sólo creer, que existen los objetos físicos. Por su parte, el segundo afirma que sí sabemos, y con toda certeza, que el mundo exterior existe. ¿Cómo puedo saber si el mundo exterior existe? La incertidumbre sobre la existencia del mundo exterior desaparece una vez consideramos las nociones del sentido común (cf. Wittgenstein, 1976, 76). Pero, según Wittgenstein, no vale como respuesta decir que las cosas son tal como le aparecen al sentido común, y tampoco decir que la pregunta de Russell no surge en la vida cotidiana (ibíd., 77). Al apelar al sentido común, Moore pretende otorgar de nuevo certidumbre a nuestras nociones sobre el mundo exterior.
II El error de Moore
¿Pero es adecuada la respuesta de Moore a Russell? Moore arguye, contra Russell, que él sabe que tiene un cuerpo que es suyo. ¿Cómo puedo saber si otra persona sabe, del mismo modo en que yo lo sé, que tiene un cuerpo humano? Esta es la pregunta de Russell. Y Moore responde que él sabe que la otra persona sabe que tiene un cuerpo. Es interesante comparar la respuesta de Moore con la siguiente situación: si digo que sé con toda certeza cuál es la combinación de la caja fuerte, ¿también los demás seres humanos lo saben?
La respuesta de Moore a Russell no resuelve el problema, pues Moore confunde las gramáticas de ‘saber’ y ‘tener’ (cf. Wittgenstein, 1976, 80). Es interesante, por un lado, notar que no es claro cómo Moore pasa de lo que él sabe acerca de sí mismo a lo que saben las demás personas. Moore y Russell están sentados en un jardín, y el primero ve que una mariposa se posa sobre el hombro de Russell (éste no se da cuenta). Moore, entonces, sabe que Russell tiene una mariposa en el hombro. ¿Pero se sigue de esto que Russell sabe, como lo sabe Moore, que él tiene una mariposa en su hombro? Otra manera de ver las diferencias entre ‘saber’ y ‘tener’ es la siguiente: saber que se tiene un cuerpo humano es similar a saber que se tiene un dolor. Así, si Moore dice que las demás personas saben que tienen un cuerpo humano, entonces los demás también saben que sienten dolor. Pero precisamente esto es lo que niega Russell. Por el hecho de que yo sé que tengo un cuerpo, Moore concluye que los demás seres humanos saben que tienen cuerpos. Pero del hecho de que yo sepa que tengo dolor no se sigue que los demás saben que tienen dolores. Estos casos muestran que los usos de las palabras ‘saber’ y ‘tener’ son diferentes, y que por eso no es una buena respuesta a Russell decir, como hace Moore, que así como sé que tengo un cuerpo humano, así los demás saben que tienen un cuerpo humano. Es las gramáticas distintas y desconcertantes de esas expresiones las que dan lugar al problema que plantea Russell, y que el realista no alcanza a comprender y por ello no resuelve la dificultad.
De otro lado, ¿de dónde viene la autoridad que Moore le otorga al sentido común? ¿Qué poderes tiene el sentido común para que, cualquier cosa que sea la que diga, sea por consiguiente, verdadero? Las personas dicen que las cosas vienen a sus mentes (por ejemplo, cuando tienen un recuerdo repentino). ¿Significa eso que el mentalismo es verdadero? ¿Significa esto que el sentido común ostenta teorías acerca de la mente? El sentido común no enseña ninguna teoría filosófica que pueda disolver la cuestión que levanta Russell. Ofrecer a éste lo que piensa el sentido común no es ofrecer una teoría mejor que la que Russell propone. En este punto es interesante observar que la filosofía del sentido común es la negación de una tesis filosófica (como la de Russell) y no precisamente la apología de las creencias del hombre del común. Es decir, las ideas de Moore tienen su origen en el deseo de hacer frente a las conclusiones de Russell. Pero no se trata de, como hace Moore, devolver la certidumbre a nuestras nociones sobre el mundo exterior. La idea de Russell no se combate con una supuesta teoría del sentido común, sino disolviendo el problema. No hay respuesta de sentido común a un problema filosófico, pues los problemas no se responden, sino que se disuelven. El sentido común no cumple la función de llevar la filosofía a la tranquilidad (cf. Wittgenstein, 1976, 91-92). El sentido común solo se defiende resolviendo los enredos: tanto curando de la tentación de atacar el sentido común, como absteniéndose de reafirmar los puntos del sentido común. Hay que investigar el origen del enredo.
II El error de Russell
¿Cuál es el origen del problema de las otras mentes (y de la existencia del mundo exterior)? Russell dice: “no puedo saber, sino conjeturar, que el otro siente dolor”. En este caso, no se trata de saber en el mismo sentido en que no sé si el otro tiene una muela de oro cuando tiene la boca cerrada. En el caso de la muela, puedo llegar a saber si el otro tiene o no una muela de oro (por ejemplo, mirando dentro de su boca). Por eso tiene sentido decir que sé o no sé si tiene una muela de oro. En el caso que Russell plantea, se está usando la gramática de saber de un modo erróneo, pues “no puedo saber si el otro siente dolor” quiere decir: no tiene sentido decir “sé que el otro siente dolor”. Y si no tiene sentido decir que se sabe, tampoco lo tiene decir que no se sabe. Así, según Russell, sólo nos queda conjeturar. Pero aquí ‘conjeturar’ no se usa como opuesto a ‘saber’. Que no pueda saber si el otro siente dolor no significa que haya una imposibilidad mental por parte de nosotros para comprender lo que el otro siente. Se trata, simplemente, de que en este juego de lenguaje no existe el saber lo que otro siente (cf. Wittgenstein, 1976, 86). No es que nos falte algo, se trata de que “las sensaciones son privadas” es una regla que expresa el modo en que nos comportamos ante las sensaciones. Y negar una regla no tiene sentido. Sucede “igual que cuando alguien dice: ‘no se puede contar la serie entera de los números cardinales’ no expresa un hecho sobre la fragilidad humana, sino sobre una convención que hemos hecho” (ibíd., 86).
III Conclusión
A partir de lo anterior, se ve que las ideas de Moore tienen su origen en responder a las conclusiones de Russell. Así, la filosofía del sentido común es una tesis negativa que pretende hacer frente a las ideas de Russell. En su respuesta a Russell, Moore está equivocado en dos cosas: primero, en confundir las gramáticas de ‘tener’ y ‘saber’, confusión por la cual Moore se ve tentado a pasar de su propio caso (sabe que él siente dolor) al caso de los demás (los demás, así como yo, también saben que sienten dolor). Pero ese paso de la primera persona a la segunda persona no está justificado. Segundo, Moore enaltece las creencias del sentido común, pero no comprende que esas creencias no son una teoría filosófica ni el medio para resolver una dificultad filosófica, de modo tal que Moore no representa una amenaza a Russell. De otra parte, el problema entre Russell y Moore debe ser disuelto. No se disuelve como pretende hacer Moore, sino encontrando la raíz de la formulación del problema de Russell. Como se ve, esa raíz es la siguiente: Russell trata una regla gramatical como una proposición empírica. Trata una convención como la expresión de una debilidad humana. No podemos saber si el otro siente dolor no significa que nuestras consideraciones acerca de los objetos físicos han perdido su sustento. Significa que ese es el modo en que actuamos. Esta consideración, encontrar el mudo en que efectivamente los hombres del común actúan, es la verdadera defensa del sentido común: les muestra a sus enemigos que sus ataques están fundados en mal comprensiones y les muestra a sus defensores como Moore que aquello que tomaban por sentido común era solo la negación de una tesis filosófica.
Bibliografía
Moore, G. E. (1983). Defensa del sentido común y otros ensayos. C. Solís (trad.). Barcelona: Orbis.
Russell, B. (2008). Os Problemas da Filosofia. Desidério Murcho (t.). Edições 70: Lisboa.
Wittgenstein, L. (1976). Los cuadernos azul y marrón. (F. G. Guillén, Trad.) Madrid: Tecnos.