El solipsismo y las otras mentes. Comentario sobre una pregunta

Por Santiago Arango Muñoz

Hace un tiempo durante una charla que di en la Universidad de Antioquia, en la sección de preguntas, un joven me hizo una pregunta difícil. Una de esas preguntas filosóficas de vieja data, cuya característica principal es la de despertar un interés inmediato y carecer de una respuesta definitiva. En otras palabras, se trataba de una de esas preguntas que los filósofos siempre sacan de debajo de la manga con el fin de llamar la atención del público y con la pérfida intención de poner en aprietos a su interlocutor (pues saben de antemano que no hay una respuesta definitiva).

Palabras más, palabras menos, la pregunta era sobre cómo podía superar el solipsismo mi teoría. Para los que de pronto no saben, solipsismo es aquella teoría que dice que sólo existe una sola mente, la propia, y las demás mentes son únicamente una ilusión, en realidad no existen. Tal como dice John Searle, no hay un solo filósofo solipsista en la historia que se haya auto-proclamado solipsista, y en caso de haberlo simplemente no tiene ningún interés en contárnoslo; después de todo, los demás no existimos para él.

El caso es que no sólo se trata de una pregunta artera, sino que tiene un presupuesto bastante problemático. Presupone que el solipsismo es un problema que toda teoría de la mente debe resolver, un desideratum, una exigencia explicativa. Sin embargo, cabe recordar y subrayar que el solipsismo es más una idea teórica, importada de los territorios lejanos de la especulación metafísica, que una condición real del ser humano o su mente. Wittgenstein fue uno de los primeros filósofos en analizar y denunciar el absurdo del solipsismo y la creencia de que el significado está dado subjetivamente. Sin embargo, su estrategia no fue decir que el solipsismo es superado o resuelto gracias a la vida comunitaria y a la construcción colectiva del sentido. Su estrategia fue más bien mostrar que la intersubjetividad misma está a la base de nuestra interacción básica con el mundo. Es decir, no hay solipsismo que superar porque la intersubjetividad está a la base de nuestros intercambios con el mundo y con los otros. Así, el solipsismo, desde la perspectiva wittgensteiniana, no es una condición, no es un problema a resolver, no es siquiera una opción real, sino una aberración de la metafísica y el pensamiento inspirado por la misma.

La idea básica que quiero compartir en esta entrada y sembrar en las mentes curiosas es que la metafísica y su repertorio de preguntas deberían ser guardadas en el baúl de las reliquias filosóficas, y no ser tomadas demasiado en serio en el futuro. Está bien conocerlas, está bien mirarlas y estudiarlas para hacer una arqueología del pensamiento. Pero hoy la filosofía y la psicología tienen nuevos retos inaplazables, nuevas preguntas que necesitan ser pensadas y discutidas. No limitemos nuestra imaginación y nuestros recursos al eterno ritornelo de la metafísica. El mundo actual con su intrincada red de conocimiento, de comunicación, y los nuevos problemas globales tiene suficiente material para ocupar nuestras mentes.

(Esta entrada fue publicada originalmente en mi blog personal, pero la reproduzco porque puede ser de interés para los lectores de este blog)

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